Queda abierto el debate, con motivos de peso, sobre si Casemiro es actualmente el mejor mediocentro del mundo. Caerían muchas cervezas durante el intercambio de argumentos. De lo que no queda duda es de que se ha convertido en un todocampista, un gobernador de céspedes, un tipo sobre el que puede descansar cualquier sueño ambicioso. Da igual lo grande que sea el mundo o cuánto pese; cabe en sus manos.
Ante el Sevilla, el señor Casemiro, sublimó el concepto de jugador 'box to box'. Orden, mando, liderazgo, rigor, criterio y confianza. A su catálogo físico y virtudes hijas del pundonor sumó una de las pocas cosas que nunca había logrado: un doblete. Pero no cualquiera, no un rechace ni un remate de córner, no. Dos tantos con almas de '9'.
En su versión más pluscuamperfecta, el día que faltaban Ramos, Valverde y Benzema, él fue todos ellos a la vez. En el 1-0 robó la bola y, tras delicioso taconazo de Jovic (paradójicamente su única contribución llegó de espaldas a puerta), abrió los brazos para hacerse impenetrable ante dos defensas. Tanta robustez fue el prólogo a una decisión de genio: picadita con D.O. Messi.
Por si no había quedado claro su función de multiusos, el 2-0 lo firmó ubicado donde debía estar Benzema, que siete minutos antes había ingresado al terreno de juego. En la frontal del área pequeña, haciendo bueno el centro de Lucas Vázquez, subió al cielo, picó la bola al primer palo y, zas, el primer doblete de su carrera.
Y algo más: incendio sofocado. Porque entre los 12 minutos que separaron sus tantos había subido al electrónico el empate de De Jong. Sí, De Jong. El delantero que más desespera en la ecuación oportunidades claras-fallos hizo lo mejor de la temporada: pillería, recorte de tacón y latigazo con la zurda para superar toda la envergadura de Courtois.
Otro fascículo del desesperante VAR
Casemiro merecía capítulo aparte. Al margen de su mundo propio, hubo otro. El de un partido de colosos, de fuerzas igualadas, con más aplomo que ocasiones, pero mostrando un pulso interesantísimo e intensísimo.
La igualdad hacía presagiar una tarde mucho más divertida. Y lo habría sido de no ser por los problemas de realización de ambos. Para colmo, al Sevilla le quitaron su único machetazo en la primera mitad. De Jong, en su primer golazo de la tarde, cabeceó el centro de Banega. Por el camino, una jugada de baloncesto que lo cambió todo.
Gudelj, cual pívot en ataque, dio dos pasos para, sutilmente, colocarse en el camino de un Militao tan pendiente de De Jong que olvidó mirar los baches de la carretera. ¿Obstrucción o choque? El debate llegó al VAR. Pero no fue Soto Grande el que anuló el tanto, sino que Martínez Munuera se desdijo a sí mismo: no le pareció falta en directo, sí al verlo en el monitor. Y eso es lo que desespera al aficionado, no los fallos, sino el criterio ambulante. Porque el 2-1 de De Jong, previa mano por duplicado e involuntaria de Munir, sí resultó legal.
Desinflado el susto, el Real Madrid, a falta de arietes, decidió seguir entregado a los arqueros. Sin Benzema, y sin nadie capaz de encajar en su sombra, los centrocampistas han tomado el mando. Seguramente, la mejor estrategia de la 'era Zidane'; que no se diga que solo tiene 'flor'. Como no tiene gol en su plantilla, le ha dado a su plantilla gol; hay barra libre para que todos se animen a buscarlo.
Modric y Kroos, pasando por encima de unos casi ausentes Lucas Vázquez, Jovic y Rodrygo, abrieron la expedición. Pero fue Casemiro, desatado, el que abrió la espita.
Y ahí cambió todo en este Madrid de piedra en el que una sola carrera de Casemiro hace el mismo ruido que el de una estampida. Robando balones, yendo a la ayuda, convirtiendo su mapa de calor en una alfombra roja hirviendo.
Zidane, cerca de la veintena de partidos invicto, sigue cabalgando con paso firme pese a su abanico semanal de bajas importantes. Porque así lo quiso Casemiro, el gigante de una cabeza y cuatro pulmones, que incluso tuvo en su zurda un 'hat trick' perfecto y por estar, estuvo hasta en las fotos de los goles de De Jong.