El Valencia ha dado una lección de fútbol al Celtic. Ha encarrilado la eliminatoria con dos goles, uno al terminar el primer tiempo y otro al comenzar el segundo, pero, sobre todo, con la táctica desplegada en el Celtic Park de Glasgow.
Los primeros compases del partido fueron los esperados. El Celtic salió a morder, presionando con contundencia cada jugada del Valencia. Desde la grada aseguraban no temer al "gran murciélago negro". Se equivocaban.
El cuadro visitante sufría tratando de sacar jugado el balón, y el Celtic lo robaba una y otra vez, generando gran peligro con su fútbol directo. Pero todo cambió tras unos minutos de juego.
El ímpetu del Celtic disminuyó con el transcurso del tiempo, pero no por su falta de fe, sino por el cambio de juego del Valencia. Los de Marcelino pasaron de tratar de jugar a dejar jugar. Así de sencillo.
Renunció el Valencia al balón, y empezó a jugarle al Celtic como éste le estaba jugando. Eso hizo cortocircuitar a los escoceses. Rodgers no supo como solventar este inconveniente táctico, y el Valencia se hizo con el dominio del partido.
Seguía siendo el balón del Celtic, pero los pupilos del norirlandés no sabían qué hacer con él. El Valencia no dejaba huecos para su fútbol directo, y la circulación de balón se convirtió en un sufrimiento constante para los jugadores locales.
Los errores del Celtic permitieron que el Valencia se preparase para dar la estocada a su rival. De nada le sirvió al Celtic su fútbol duro, granítico, al borde del reglamento. Ni siquiera cuando tiró de virtuosismo en forma de pase entre líneas para Sinclair, la más clara del primer tiempo para el Celtic, abortada por Neto.
El Valencia terminó de dar ese paso atrás que se intuía, el Celtic se confió y lo pagó. Una recuperación en la medular, como una de las que padeció el Valencia en los primeros compases del partido, lo cambió todo.
Parejo robó el balón, y lo puso al hueco para la carrera de Rubén Sobrino, que estrenaba titularidad. Éste se internó en el área, levantó la cabeza y vio la internada de Denis Cheryshev, y para el ruso fue el balón. A puerta vacía éste hizo el 0-1, un gol que hizo enmudecer el Celtic Park.
El Celtic respondió con un ataque de pundonor, pero se quedó sin tiempo para hacer efectiva esa reacción. Tras el descanso, el partido fue otro. Marcelino dejó a Parejo en la caseta y metió a Coquelin, y aunque el Valencia perdió cemento en el centro del campo, siguió anulando al Celtic.
Porque los locales demostraron no saber jugar tan bien con el balón como sin él. De hecho, la situación fue a peor cuando el Valencia intercambió actores y, en otra contra previo robo, Cheryshev le regaló el gol a Rubén Sobrino.
La solución de Rodgers fue meter más mordiente a su ataque, y terminó el partido con Forrest, McGregor, Burke, Edouard y Weah. Y ni así recortó distancias.
Los minutos fueron pasando perezosos, con un Valencia controlando los tiempos y un Celtic atacando sin saber muy bien cómo. Ni por qué. Y aunque se llevó un par de amarillas (Burke y Toljan), éstas no fueron fruto de la frustración. El Celtic había asumido que quizá su aventura europea tocaba a su fin.
El Valencia vio también una tarjeta. Fue para un Kondogbia que se perderá la vuelta, por perder tiempo. Una jugada arriesgada la del centroafricano, sobre todo con la polémica generada por Ramos el día antes.
No hubo tiempo para mucho más. Casi sin querer, el partido terminó, con el Celtic dando por bueno, valga la expresión aunque sepamos que no fue así, la derrota por 0-2, y con el Valencia incluso buscando el tercero.