Sin duda, para aquellos que todavía lo pueden contar, se trataba de un personaje singular. Según relata 'Goal', Mensah se ganó el respeto del fútbol después de ser nombrado el noveno mejor jugador africano de la historia en 1970 por 'France Football'.
Su mayor logro con Ghana llegó en 1968, cuando rozó el oro en la Copa África. Tuvo que conformarse con el subcampeonatos. Sí tuvo la oportunidad de acudir a los Juegos Olímpicos.
Más allá de lo que pudiese rendir en los terrenos de juego, la vida deportiva de Mensah no se puede entender sin su gorra, la que le acompañaba a cada partido. Se decía incluso que tenía poderes mágicos, que estaba embrujada.
Era un amuleto para el arquero, que llegó a encararse con varios rivales que intentaron quitársela en mitad de un encuentro. Para él, era un objeto sagrado, algo que le daba fuerzas. También una forma de intimidar a sus adversarios.
De hecho, se decía que la gorra había llegado a sus manos al recibir un regalo de su abuelo, que, por entonces, aseguraban que era brujo. Una historia algo surrealista, pero que algunos sí llegaron a creer.
Apartando las creencias de cada uno, Mensah era un tipo particular. Se llegó a hacer famoso, más allá de su simbólica gorra, por su actitud chulesca durante los duelos: leía periódicos mientras jugaba, bostezaba cuando no le llegaban...
En 1971 llegó el momento fatídico. En un bar de la localidad de Tema, le golpearon con una botella y le provocaron una hemorragia. No pudieron hacer nada por él y, en su entierro, el pueblo ghanés le mostró su agradecimiento.