Nada, que el Racing no levanta cabeza. Ni siquiera cuando se le pone un partido de cara. Todo le estaba saliendo de perlas gracias a un golazo de su '10' cuando volvían a ser inferiores, pero ni por esas. Un arbitraje conservador y una segunda parte torpe les condenaron ante el Lugo.
Ya en los primeros compases, las sensaciones eran las mismas que antes del parón. La defensa santanderina estaba endeble y el ataque no era capaz de compensarlo. Pero Cejudo salió al rescate. En la primera ocasión clara que tuvieron, mandó de volea a la red un mal despeje de Grau previo centro lateral de Nando.
Fue un remate acrobático de mucha calidad y consiguió el oxígeno que los suyos necesitaban. Desde entonces, pudieron gestionar mejor el partido. Los lucenses trataban de equilibrar el resultado, pero no lograban hilar jugadas de mucho peligro.
De hecho, lo que más puso en guardia a los locales fue un manso remate de El Hacen desde la frontal. Luca, muy seguro, atrapó el esférico con ambas manos. Y la tuvo de nuevo el Racing para marcar antes del descanso: David Rodríguez desaprovechó un centro al segundo palo que no se esperaba y controló mal.
Pero los santanderinos volvieron a las andadas en la segunda mitad. Si bien es cierto que Daniel Ocón fue conservador desde el comienzo del partido, Manu se pasó de frenada en una entrada y fue expulsado por segunda amarilla. En el mismo saque de esta falta, El Hacen puso el empate de cabeza.
La cosa no iba a parar ahí. El Lugo robó todo el protagonismo y se dedicó a bombardear el área de Luca hasta extraer petróleo. Lo logró, pero con polémica. A Pita le anularon, en principio, el 1-2 por fuera de juego, pero el árbitro, tras ir a ver la acción al monitor, entendió que no procedía pitarlo porque le llegó la bola de los pies de un jugador rival y lo dio por bueno.
Ya con su rival en la lona, los albivermellos se dieron el lujo de relajarse. Se concentraron en estar sólidos atrás y malograr las intentonas de sus contrincantes, que, cercenados por la expulsión, poco podían hacer. Esa fue la tónica hasta el pitido final, que oficializó la victoria visitante.