El Viktoria inquietó entre poco y nada a Barbosa, clara prueba de que quien tenía el control del encuentro fue el cuadro local. La derrota de Viena imponía al Villarreal ganar o ganar hoy, y cumplieron, con lo justo.
Pusieron el juego. Pusieron las ocasiones. Pero no llegaron los goles. Una primera parte de claro dominio amarillo que terminó con empate a cero. A la buena defensa checa se le suma un ataque poco inspirado del Villarreal, y entonces se entiende todo.
La frustración por no ser capaces de marcar se transformó en relajación. "Ya llegará", parecieron pensar. Y lo que llegó fue el mejor tramo del Viktoria, cuando llegaron a sacar tres veces de esquina de forma consecutiva.
Durante el descanso, a buen seguro que Marcelino leyó la cartilla a los suyos, y menos mal, porque el cuadro checo había pasado de comparsa, de tratar de no llevarse muchos goles, a creer que podían ser ellos los ganadores.
En esas, Baptistao, en especial estado de gracia, enganchó un balón en el medio campo y comenzó a sortear rivales. La defensa del Viktoria picó y se dejó arrastrar por Soldado, dejando a Leo la posibilidad de batir a Kozácik por su palo corto.
El gol dio un respiro al Madrigal, que empezaba a ponerse nervioso. A partir de ahí, el 'submarino' se dedicó a aburrir al respetable con interminables rondos, ante lo que los checos sólo podían correr para nada.
A diez del final, el Viktoria se quedó con diez por la expulsión por doble amarilla de Procházka, su capitán. Vio la primera apenas seis minutos antes. Y se acabó el partido. Si contra once no arriesgaron, contra diez contaban los segundos para sumar tres puntos.
Y, finalmente, sólo ganaron por un gol a cero. Y no porque no lo intentasen, sobre todo al principio. Gol que bien vale un respiro de cara a una clasificación que se había puesto un poco complicada con esa primera derrota de Viena.