En el Watford aún se le recuerda por su ascenso a la Premier; el club inglés, de hecho, no ha vuelto a la máxima categoría desde entonces. Llegó a ser el entrenador con mejor porcentaje de victorias en Championship. También ha hecho historia en Georgia, en donde ha puesto algunas de las piedras que han llevado al país a disputar una Eurocopa por primera vez en su historia. Conoce las mieles y también los sinsabores de una profesión, la de entrenador, en la que apenas hay margen para fallar ni tiempo para quedarse quieto. Xisco, sin embargo, no para de moverse.
P: ¿Qué está haciendo Xisco en estos momentos tras su última aventura?
R: Bueno, yo creo que cuando un entrenador no trabaja, es cuando tiene un trabajo extra. Lo más importante es tomarte tu tiempo, relajarte un poco después de la última experiencia, volver a ser persona, recuperar la relación con todo el mundo y, pasado ese tiempo, volver a trabajar.
Es un trabajo diferente, porque aprovechas para analizar muchas situaciones que se pueden dar en el futuro: ruedas de prensa, partidos, sistemas, nuevas formas de entrenar y de ver el fútbol. También hablo con equipos físicos, entrenadores y analistas. Es un periodo productivo que te permite seguir avanzando y mejorando lo que haces.
Pero falta la competencia. Al final, lo que nos llama es el día a día competitivo. Aun así, estamos en un momento chulo como staff, trabajando bien e intentando aportar. Nos centramos mucho en el trabajo individual con los jugadores, en su mejora. Nos apoyamos en los datos, que son importantes para nosotros, aunque no lo son todo, sino que nos sirven como punto de inicio para trabajar con un jugador y saber cuál debe ser su próximo escalón.
Se trata de mejorar, ajustar detalles, porque los detalles marcan la diferencia. Queremos que cuando llegue un proyecto, todo esté ordenado, detallado y solo haya que ponerlo en marcha.
P: ¿Cuál es tu objetivo ahora mismo?
R: Ahora mismo tengo en la cabeza volver a España. Es lo que te comentaba antes. Para mí es muy importante encontrar un proyecto que nos una, donde podamos trabajar a nuestra manera, disfrutar y conseguir los objetivos que buscamos.
Volver siempre tiene un significado especial. Creo que es el momento adecuado para encontrar un proyecto interesante, asentarlo bien y, a partir de ahí, despegar para conseguir en España lo que ya he logrado fuera.
P: Para aquellos que no han visto a tus equipos, ¿cómo definirías el estilo de juego de Xisco Muñoz?
R: Creo que mis equipos tienen mucho equilibrio y son solidarios. Me gusta que el jugador tenga claro qué tiene que hacer y, sobre todo, qué no debe hacer.
Para mí, lo más importante es no abandonar nunca. En un partido hay mil situaciones dentro del mismo, y hay que competir cada una de ellas. No se trata solo de ir ganando desde el minuto uno, sino de entender cuándo hay que empujar y cómo manejar cada momento del partido. Me gusta que mis equipos sean compactos, que concedan pocas oportunidades al rival. El fútbol tiene dos direcciones, ofensiva y defensiva, y ambas son igual de importantes. Un defensa puede darme tanta satisfacción con una gran acción como un delantero marcando un gol. Ahí está el equilibrio, y donde hay equilibrio, hay éxito. Y para llegar al éxito, el compromiso es clave.
Luego, todo depende del proyecto. Se puede jugar con tres centrales, con cuatro defensas… Lo importante es ser realista en el fútbol. No es solo cuestión de esquema, sino de adaptarse para ganar y obtener buenos resultados. Donde más tiempo tengas la pelota y más tiempo puedas estar en campo contrario, mejor. Pero eso no significa que siempre debas tener la línea defensiva alta o presionar igual en todos los momentos.
En fase ofensiva, me gusta cargar mucha gente en la última línea. Si jugamos con un 4-3-3, quiero extremos que estiren el campo, que generen espacios para correr y atacar rápido. Que el equipo llegue con gente, que cree peligro de verdad.
El fútbol debe ser dinámico y atractivo. Ayer mismo, cuando Lamine se giró y metió un pase vertical, me levanté del asiento. Eso es lo que quiero ver. Hay que hacer un fútbol que la gente disfrute, que emocione y que haga que quien lo juegue lo haga con pasión.
P: Escuchándote hablar de equilibrio, me ha venido a la cabeza Rafa Benítez. ¿Te consideras influenciado por él?
R: Sí, sin duda. Todo lo que viene de Benítez tiene su origen en Maturana, en su manera de trabajar. Yo creo que fue un adelantado a su tiempo. Cuando estuve en el Valencia, aprendí muchísimo sobre líneas defensivas, amplitud, cómo mantener las distancias entre jugadores… Todo eso lo tengo clarísimo y lo aplico en mi día a día.
Pero no es solo eso. Para mí, la riqueza de ser entrenador está en entender distintas ideas y experiencias que me han servido para saber lo que quiero y lo que me gusta. Hay conceptos que me han marcado y que son fundamentales para mí. También la parte mental, que creo que es muy importante en el fútbol.
Mis equipos son competitivos. Si ves un equipo mío, te das cuenta de que siempre estamos en el partido. Somos duros, nos podrán ganar, pero no nos van a sacar fácilmente del encuentro. Tener compromiso y automatismos bien trabajados permite competir siempre.
Por eso, los datos son importantes, pero hay que mirarlos en contexto. En el Watford teníamos números clave que nos ayudaban a analizar los partidos, pero si solo te fijas en eso sin ver el juego, te puedes llevar una impresión equivocada. No se trata solo de defender bien o atacar bien, sino de equilibrarlo todo.
Por ejemplo, con el DAC en Eslovaquia jugábamos en campo contrario siempre que podíamos, pero hay partidos en los que eso no es posible según el rival. El éxito está en encontrar el punto medio. El 4-3-3 es un sistema muy trabajado en las escuelas de entrenadores, pero no sirve igual para todos los equipos ni para todos los jugadores. No es solo cuestión de condiciones físicas, sino de toma de decisiones.
Siempre he creído que no son solo las condiciones las que hacen bueno a un jugador, sino sus decisiones. Como entrenador, lo mismo: tu conocimiento es clave, pero tus decisiones marcan la diferencia. La capacidad de decidir bien en el momento justo es lo que sostiene un equipo. En la Premier League, por ejemplo, no puedes dudar. Si te equivocas en un partido en Eslovaquia, puede no pasar nada. Pero en la Premier, si tardas en reaccionar, te pasan por encima. Ahí no hay margen de error. Hay que tomar decisiones sin dudar, actuar rápido. No puedes esperar al minuto 7 si en el 5 ya te han sentenciado.
Por eso, los tiempos son clave. Si ves que algo no funciona, corta rápido, haz el ajuste. Luego ya habrá tiempo de analizar, pero en el momento hay que actuar sin titubear.
P: ¿Cómo se mantiene esa pequeña llama de lo competitivo estando lejos del banquillo, que al final es lo que mueve a un técnico?
R: Pues tienes que seguir moviéndote. Al final, lo que estamos esperando es un proyecto atractivo, un proyecto que encaje con los valores que tienes y que te ofrezca expectativas reales. Muchas veces me han dado oportunidades fuera del país, pero creo que es un buen momento para volver a España e intentar encontrar un proyecto donde pueda aplicar lo aprendido y alcanzar los éxitos conseguidos en el extranjero.
Esto va ligado a la pasión por el fútbol. Los que estamos enganchados a esto vivimos el día a día buscando detalles, viendo muchos partidos, analizando estadísticas. Con la cantidad de datos que hay hoy en día, lo importante es saber filtrar y encontrar el punto clave que realmente te ayude en tu modelo de juego o en tu sistema, y no perderte en distracciones innecesarias.
En definitiva, se trata de seguir progresando, de sentirte bien y de encontrar un proyecto que te motive. Ese es el objetivo, encontrar algo que me haga crecer tanto en lo personal como en lo profesional.
P: Has hablado de tu experiencia fuera de España. Por lo que he leído en algunas entrevistas, más que por una necesidad, cuando has salido del país ha sido por un deseo de aprender y seguir evolucionando. ¿Qué enseñanzas le han dejado esas experiencias en el extranjero?
R: Ya en mi última etapa como futbolista quise buscar algo diferente, algo que me aportara más a nivel de sentimiento futbolístico. En aquella época el mercado se abrió un poco más y empezaron a llegar muchos más jugadores extranjeros a España. Me llamaba la atención entender por qué nuestra formación era tan distinta a la de otros países, por qué algunos jugadores tenían una técnica increíble y otros no.
Creo que es algo importante. He tenido la oportunidad de jugar en cinco países, con diferentes culturas y formas de trabajar. En España, por ejemplo, formamos jugadores con una gran capacidad asociativa, pero en Inglaterra buscan jugadores mucho más verticales, fuertes en el uno contra uno, con velocidad en el último tercio. Puede que no entiendan tan bien el posicionamiento o la pausa del juego, pero son más eléctricos y decisivos en ciertas situaciones.
Si miramos a otros países, hay muchos jugadores con un fútbol más callejero, con esa capacidad de improvisar y entender situaciones con naturalidad. En Georgia, por ejemplo, vi jugadores con mucha picardía y una gran necesidad de superarse tras haber vivido momentos complicados. Lo hemos visto en la última Eurocopa: son jugadores con talento, pero también con carácter.
Cada país tiene su estilo. En España se trabaja un fútbol muy táctico y técnico, mientras que en otros lugares hay enfoques distintos en la formación y el desarrollo del jugador. Todo esto ha sido un aprendizaje para mí, para entender diferentes tipos de fútbol, diferentes métodos de entrenamiento y distintas formas de transmitir ideas. Esas experiencias me han ayudado a disfrutar y a sacar el máximo provecho de cada jugador según su perfil.
P: Has dicho algo interesante sobre el jugador español, que está muy vinculado al pase. ¿Crees que en los últimos años el aprendizaje en España se ha encorsetado en detrimento de la picardía y el regate?
R: Bueno, creo que es algo lógico. España ha tenido muchísimo éxito con ese estilo de juego y es normal que todos sigamos ese camino.
A partir de ahí, creo que deberíamos tener jugadores un poco más verticales, que sean capaces de atacar con transiciones agresivas desde un bloque medio y con muchos jugadores incorporándose al ataque. A mí, personalmente, el building up me atrae, es algo que me gusta, pero hoy en día, si estás bien trabajado y el rival te presiona alto, es muy difícil encontrar ventajas con el balón.
El jugador español tiene un entendimiento del juego brutal, domina los tiempos, encaja muy bien en las dinámicas del equipo, y eso es algo que se aprende desde muy pequeños. Pero, claro, como en todo, cuando ofreces algo, te privas de otra cosa. Para mí es importante que el jugador piense, que se equivoque, que crezca. Me gusta ver jugadores que quizá no son tan disciplinados tácticamente en el último tramo, pero que cuando reciben el balón son diferentes, capaces de romper partidos. En el equilibrio está el secreto. También hay que entender que cada categoría tiene su contexto. En algunas se puede apostar más por el building up, en otras es mejor un juego más directo.
En cualquier caso, lo que hemos hecho en España ha funcionado. Ha habido años en los que el fútbol español ha sido un referente, pero también hemos pasado desafíos. Es cierto que ahora, con el nuevo seleccionador y con muchos equipos de la liga española, estamos viendo un perfil de jugador más vertical, capaz de atacar las líneas centrales de un bloque medio. A veces se dice que es un ‘pelotazo’, pero no lo es. Es un pase a la espalda con intención, con sentido, para hacer daño en el último tramo. Ayer [la entrevista fue realizada el lunes 27 de enero) en el Valencia-Barcelona, lo vimos claro: los centrales del Valencia lanzando a la espalda, buscando la superioridad en ataque. Esos pequeños detalles pueden marcar la diferencia.
P: Hablabas de crecimiento, de evolución. Tú has sido testigo de primera mano del crecimiento del fútbol en Georgia. ¿A qué se debe ese progreso?
R: Primero, porque creo que la academia ha sido clave. Para mí, Roman Pipia, presidente del Dinamo de Tbilisi, ha hecho un trabajo enorme. Estuve cuatro años allí, dos como entrenador, y he visto cómo se ha dedicado muchísimo a desarrollar la academia.
Casi el 50% de la selección ha pasado por el Dinamo y ha trabajado muy bien, además con el apoyo de técnicos españoles que también han aportado su conocimiento. A partir de ahí, han encontrado un equilibrio. No se han centrado solo en un estilo o en una forma de jugar, sino que han sabido adaptarse. Antes destacaban por su capacidad de regate, pero les faltaba disciplina táctica. Ahora, con el actual seleccionador, han encontrado más orden, han definido un sistema y han logrado estructurarse mejor. Además, tienen jugadores arriba que son determinantes, capaces de marcar la diferencia y que están compitiendo a gran nivel.
Otro punto clave es que esos jugadores han dado un salto importante. Han crecido futbolísticamente, pero también mentalmente, algo que no siempre se desarrolla al mismo ritmo. Muchas veces un jugador mejora técnicamente, pero no adquiere la fortaleza mental necesaria para competir en el máximo nivel.
La clasificación para la Eurocopa ha sido fundamental. En esos partidos hay que ser más sólidos, más disciplinados en cada situación de juego. Creo que es un crecimiento muy bueno, me alegro mucho por ellos porque sé lo que les ha costado, lo que han trabajado y lo que han sufrido para llegar hasta aquí. Ha sido una experiencia tanto personal como profesional muy positiva para mí.
P: A eso iba, quería iniciar un poco tu trayectoria, tu viaje. ¿Cómo alguien con 15 años de experiencia en el fútbol español, en Primera, acaba en Georgia y cómo haces la transición a entrenador?
R: Bueno, yo siempre animo a la gente a salir fuera, pero tiene que ser algo que realmente te propongas. No puedes ir solo por dinero o por situaciones puntuales. Tiene que haber una inquietud real detrás, y para mí eso era fundamental.
En mi caso, quería seguir formándome, seguir avanzando y ver otro tipo de fútbol, con otro ritmo, con otra situación. Y sobre todo, buscaba un proyecto ganador. Ya había vivido todas las realidades en España: jugar en Primera, luchar por títulos, pelear por la permanencia, pasar por una Segunda División, ascender… Sabía lo que era ganar un 60% de partidos en una temporada y también perder un 60%, y eso te marca en el día a día.
Lo que buscaba era abrir la mente, entender otros procesos y preparar mi camino como entrenador. Me faltaba mucho inglés y salir era una forma de avanzar en ese aspecto. Pero sobre todo, quería aprender a encajar en otro entorno, tanto cultural como futbolístico, desde cero. No desde la comodidad de ser jugador, sino desde un punto completamente nuevo.
Ir a Georgia fue más fácil porque conocía el club, el presidente, la cultura y muchos jugadores que habían sido compañeros. Creo que salir te puede ir bien si tienes la mente abierta o te puede ir mal si eres de los que dicen “esto me ha funcionado toda la vida y así debe seguir”. Hay que estar dispuesto a adaptarse para avanzar.
Fue una experiencia muy positiva. Me di cuenta de que, en momentos difíciles, a veces hay que dar un paso atrás para poder avanzar. Conseguimos ganar dos ligas después de varios años sin títulos, algo muy positivo tanto a nivel personal como para el club. Y ahí es cuando ves que el sacrificio de apostar por una aventura merece la pena.
Hoy en día, empezar a entrenar no es fácil. Pocos tienen la suerte de debutar en primera categoría. Muchos empiezan en juveniles, pero yo no me veía ahí. Me gusta la competitividad, me gusta formar jugadores, pero en un entorno profesional. Y cuando me llamó el presidente del Dinamo, lo pensé bien y elegí ese camino en lugar de empezar desde el fútbol base.
P: Fue una digestión rápida, si no me equivoco, pasaste de jugador a entrenador en muy poco tiempo.
R: Sí, bueno, en esta situación volví al Nàstic, en Segunda División B, y conseguimos ascender a Segunda División. Luego ya no estaba en mi mejor versión futbolística. Intenté dar el máximo para recuperar mi nivel, pero cuando uno va terminando su carrera, las señales son claras.
En Segunda hicimos playoff para subir a Primera, pero no tuvimos la suerte necesaria. Después de eso llegó el momento de mi retirada y pasé a formar parte del cuerpo técnico de Vicente Moreno. Fue un año o año y medio de muchas experiencias, porque ser jugador y ser entrenador son cosas muy distintas.
Como jugador sabes todo lo que pasa, lo que ocurre en el equipo, pero cuando eres entrenador tienes que darle un nombre a todo, ponerle orden, establecer tiempos y definir una manera de enseñar. Esos tres aspectos fueron clave y me ayudaron mucho a prepararme.
Esa etapa me sirvió para estar listo cuando llegó la llamada del Dinamo de Tbilisi. Fue el paso definitivo para convertirme en primer entrenador.
P: Y de ahí vas al Watford. En pocos meses lograste un hito, el ascenso. Fue todo muy rápido, cuéntanos un poco las claves de aquello.
R: Bueno, la situación fue curiosa. Renovamos en Tbilisi por dos años más y, a partir de ahí, empezamos a tener contactos, reuniones... ya sabes que estas cosas no se resuelven en un día, sino que son semanas de conversaciones. Además, teníamos que entrar antes del Brexit, porque iba a complicarnos mucho la llegada. Pusieron limitaciones bastante altas para los entrenadores extranjeros y había que moverse rápido. Al final, llegamos y la rompimos. Fue un momento difícil al principio. Nos encontramos con un equipo con muy buenos jugadores, pero con puntos de vista distintos. Intentamos hacer lo que sabíamos y el grupo compró la idea.
Los números fueron espectaculares y disfrutamos muchísimo del proceso. La Championship es una liga muy dura, con muchos partidos. No es solo que los resultados te acompañen, sino que también necesitas que las lesiones te respeten, porque si pierdes jugadores clave durante dos meses, te puede trastocar los planes completamente.
Al final, ser entrenador es esto, gestionar estas situaciones y adaptarte. Creo que lo hicimos bien y fue un gran inicio y un gran final.
P: ¿Por qué crees que no duró tu experiencia en la Premier?
R: Pues tampoco lo tengo muy claro, porque los números eran buenos. No creo que hubiera algo concreto que lo justificara.Desde el inicio trabajamos muchísimo para conseguir esos números espectaculares en las primeras jornadas. Había una muy buena conexión con el grupo, trabajábamos de la misma manera, todos entendíamos lo que queríamos. Veníamos con una base sólida y el éxito no te lo regala nadie. Ganar partidos en la Premier no es fácil, lo estamos viendo con muchos entrenadores ahora mismo.
Por eso entiendo que fue una experiencia que, por lo que sea, se cortó. Se quedó ahí. Quizás algún día intentaré volver al Watford, porque, como has dicho, hay muy buenos recuerdos de mí allí. Disfruté mucho trabajando con ellos.
Siempre estaré muy agradecido por la oportunidad que me dio Gino [Pozzo]. Fue una gran experiencia. Ahora hay que seguir, trabajar, afrontar lo que venga y buscar otra aventura.
P: ¿Te llegan mensajes de fans o de seguidores del Watford acordándose de ti?
R: Watford es increíble. Creo que el club tiene la capacidad de identificar muy bien a un entrenador con su proyecto. Gino tenía una forma muy clara de trabajar y crecer. Y ahora con Tom [Cleverley], que está al mando, creo que también hay una gran conexión con los fans. Eso se nota, se vive y se siente. Es algo que hace sentir orgulloso al Watford.
Como en todo, hay opiniones de todo tipo. Algunos en redes sociales te critican, pero también hay mucha gente que se acuerda de ti, que te escribe y te manda mensajes bonitos.
Yo veo la vida así: pago con la misma moneda lo bueno y lo malo. Hay quienes se quedan con lo negativo y lo magnifican como si fuesen 10 euros, y en cambio, lo positivo solo lo valoran como si fueran 5. Pero entiendo que forma parte del fútbol, de la exposición. Agradezco mucho cuando la gente valora el trabajo bien hecho.
P: Casi sin tiempo a darse cuenta te vas a Huesca. Creo que tuviste una temporada bastante estable en el inicio, pero no lograste el objetivo. He leído en algunas entrevistas que fuiste tú quien decidió no seguir porque no alcanzaste la meta que te habías propuesto.
R: Sí, es el objetivo que yo me puse en la cabeza. En ese momento, el Huesca venía de un periodo complicado, de perder muchos partidos en Primera División, de situaciones difíciles. Empezamos buscando el equilibrio y lo conseguimos. Fueron 12 empates, muchos partidos con la portería a cero. Pero el equilibrio solo no es suficiente, nos faltó dar un paso adelante. En cierto momento del campeonato estuvimos ahí, pero no se dio. Como grupo no conseguimos la ambición necesaria, la capacidad o las condiciones para ser fuertes en la victoria. No se dio, y cuando no se da, hay que aceptarlo.
Creo que dentro de todo se hizo un buen trabajo, el grupo lo hizo muy bien en cuanto a estabilidad, que era algo difícil en ese momento. Poco a poco fuimos asentándonos en la competición, pero cuando llegó el tramo clave, perdimos a Seoane, que era un jugador muy importante para nosotros. Perdimos un par de partidos clave y eso nos afectó. Los inicios para mí son muy importantes. Si inicias bien, el camino es más claro. Si inicias mal, recuperar puntos es muy complicado porque no solo depende de lo que tú hagas, sino también de lo que hagan los demás.
En ese momento dimos la campanada, estuvimos ahí, pero al final faltó algo. Era un equipo que tenía potencial, que creía en ello, pero quizá necesitábamos otra forma de ver las cosas, otro enfoque, para poder dar ese último paso.
P: ¿Crees que si hubieras mirado más por ti mismo, de forma más egoísta, habrías hecho más por seguir en el proyecto sin evaluar tanto el cómputo global de lo conseguido?
R: Creo que como entrenador tienes que tener claro por qué te mueves, qué buscas, qué te gusta y qué te hace feliz. Al final, cada uno tiene su propia felicidad. Hay gente que encuentra la felicidad en lo económico, y si es así, que la busque ahí.
A mí me gusta ganar. Me siento un ganador, quiero ganar, aunque pierda mucho. Pero una cosa es el resultado y otra cómo quiero que sean mis equipos. Yo quiero equipos con mentalidad ganadora, que piensen en ganar, en ir a por el partido una y otra vez. Luego, claro, puedes perder.
No quiero un fútbol rácano, de esperar, de ver qué pasa. Quiero equipos que vayan a por ello, que metan ritmo, que aprieten, que busquen la victoria constantemente. Eso es lo que me gusta. La mentalidad ganadora no significa solo ganar partidos, sino cómo los afrontas. Ganas o pierdes, pero los proyectos tienen que estar diseñados para buscar más victorias que derrotas. Para mí, eso es fundamental a la hora de decidir si continuar o no en un sitio.
P: Después de tu segunda vuelta en Inglaterra, te vas a Eslovaquia. También vas a Chipre. ¿Puedes hacer un resumen de estas últimas etapas?
R: Son etapas muy diferentes. No es lo mismo cuando te llaman para empezar un proyecto, que cuando te llaman para hacerlo crecer o cuando simplemente te llaman para levantarlo.
En Chipre, por ejemplo, era para arrancar un proyecto, pero no lo pudimos ni empezar. Hubo problemas económicos, no se cumplieron promesas y, bueno, al final todo lo que se mueve cuando no se cumplen realidades hace que sea complicado. "¿Para qué fuiste si ya te lo habían advertido?". Bueno, en estas situaciones siempre se intenta confiar, pensar que cambiarán [risas], que las cosas irán bien. Pero no pasó.
Luego vino el Sheffield en Championship, que era un proyecto completamente diferente a lo que habíamos tenido antes. Creo que ahí me equivoqué en algunas decisiones como manager, quizás fichamos jugadores demasiado jóvenes para lo que realmente necesitábamos. Ahora son futbolistas top en la categoría, pero en ese momento aún les faltaba dar un paso más. Por ejemplo, [Djeidi] Gassama, un jugador de 18 años en aquel momento, ahora está a un nivel altísimo. Buscamos gente joven con proyección, pero económicamente no podíamos permitirnos todo lo que queríamos. Además, el proyecto llegó tarde, con fichajes cerrándose en el último momento.
Era una categoría muy exigente, con un sistema totalmente diferente al anterior. Adaptarse lleva su tiempo y, cuando llegas a un club, necesitas margen para aprender y hacer que los jugadores asimilen los conceptos.
Después de Inglaterra, fui a Eslovaquia. Es un club con grandes instalaciones y una estructura seria. Lo que más me llamó la atención fue la ambición del dueño, su deseo real de ganar títulos y de intentar llevar al equipo a competir al más alto nivel. El objetivo era claro: pelear por campeonatos y clasificarnos para competiciones europeas, como la Conference League. Hicimos una segunda vuelta increíble y logramos quedar segundos. Creo que esto resume lo que hablábamos antes: en los proyectos hay que intentar estar arriba, rodearte de gente con ambición, que quiera ganar y avanzar.
Al final, competir y ganar es parte de esto, es lo que nos mueve. Todos somos felices cuando ganamos. Ha sido una experiencia muy bonita, con un fútbol totalmente diferente, con sistemas distintos y con rivales muy exigentes. Como siempre, es una oportunidad para seguir creciendo.
P: ¿Cuál es la principal diferencia que detectas entre la Segunda División española y la inglesa?
R: Son dos competiciones totalmente distintas. La Championship en Inglaterra es muy física. Se juegan muchísimos partidos, apenas hay tiempo para descansar. Es un fútbol que exige estar en continuo movimiento, en espacios más amplios, y donde los jugadores tienen que estar preparados para hacer hasta tres esfuerzos semanales. Además, hay muchos más partidos de Copa, lo que hace que el calendario sea una locura.
Llega un punto en el que prácticamente no paras. Hay un ciclo muy exigente en términos físicos. Se buscan jugadores muy rápidos, fuertes en el duelo, con un físico robusto pero que al mismo tiempo sean ágiles. Quizás no tienen el mismo entendimiento del juego o la misma lectura táctica que los jugadores de España, pero son muy verticales y dinámicos. En cuanto a velocidad y ritmo, la Championship está a un nivel altísimo.
En cambio, en la Segunda División española se ven equipos con mucha calidad. El problema es que cuando aparecen jugadores diferenciales, en diciembre muchos acaban marchándose a Primera. Se juega un fútbol más asociativo, con jugadores que entienden mejor los tiempos del partido, marcan más pausas y combinan con más criterio.
Son dos tipos de fútbol completamente distintos. No se pueden comparar porque los planteamientos, la exigencia física y la manera en la que los jugadores entienden el juego son totalmente diferentes. En Inglaterra prima la intensidad y el ritmo alto, mientras que en España hay más riqueza táctica. Aquí los entrenadores son mucho más detallistas en ese aspecto.
P: Aprovechando que hablas de la Segunda, ¿cómo ves la Segunda División española en este momento?
R: Bueno, pues… compleja. Como siempre. Es una categoría en la que no te puedes descuidar, donde en la parte alta hay mucha igualdad y la parte baja es complicada. Hay margen de reacción, pero no te puedes dormir.
En Segunda, el primero puede ser el último en un mal momento y un equipo que parecía muerto, encadena tres o cuatro victorias y se mete en la pelea. Es una liga donde mentalmente hay que ser muy fuerte, donde el equilibrio es clave y donde hay que dominar situaciones que pueden marcar la diferencia.
Hay equipos con jugadores diferenciales que pueden marcar la diferencia en cualquier momento, pero también hay otros que funcionan más por bloque y que, si logran encontrar una racha positiva, pueden meterse arriba. Es un campeonato de altibajos, muy largo, donde la constancia es fundamental.
El jugador que mantiene un rendimiento alto a lo largo de la temporada aporta muchísimo al grupo, porque en esta liga la regularidad es clave. En cambio, los equipos que no logran esa constancia lo tienen más difícil para mantenerse arriba o reaccionar en momentos complicados.
P: ¿Crees que esa dureza mental que existe en la categoría es lo que ha hecho que clubes como Zaragoza, Málaga o Deportivo hayan bajado hace tiempo y no hayan logrado volver al sitio que les corresponde por historia?
R: Bueno, estos equipos son grandes, pero hay que entender que es una competición muy difícil. Cuando estás en un club de este tipo, se habla constantemente de su situación, de los problemas que pueda tener, de la presión por volver a Primera. Pero si antes de empezar la temporada preguntásemos a los aficionados qué equipos tienen que ascender, seguramente dirían 12 o 14 nombres distintos. Y lo cierto es que cada año hay al menos 10 equipos convencidos de que su objetivo es subir.
Eso hace que la Segunda sea tan atractiva y tan complicada. Es una competición en la que hay que tener mucho control y cuidar cada detalle, porque cualquier error te puede costar caro. Por eso, los jugadores que ya tienen experiencia en la categoría son clave para lograr un ascenso.
Mira el Zaragoza, que empezó la temporada como un tiro y luego tuvo que cambiar de entrenador. O el Sporting, que ha tenido momentos de altibajos. Son situaciones que pasan en esta liga, donde hoy encadenas tres victorias y estás arriba, y mañana pierdes tres partidos y te metes en un problema. No puedes analizar la Segunda solo a corto plazo. Es una liga en la que hay que pensar a medio y largo plazo. Ahí está la clave del éxito.
P: ¿En qué lugar de tus proyectos queda la cantera?
R: Yo creo que es un aspecto importante. En todos los equipos en los que he estado, he dado oportunidades a jugadores jóvenes, pero tienen que cumplir unos mínimos para poder encajar en lo que se les va a exigir. La madurez es algo que irán adquiriendo, pero el físico lo tienen que tener. Si no tienes físico, por mucho que la idea de juego sea buena, no vas a poder competir siempre al máximo nivel.
A nivel táctico, tienen que ser dominantes. Me gusta que haya jugadores jóvenes en la plantilla, pero dentro de una planificación, sabiendo que son apuestas de futuro a corto, medio o largo plazo. Hay que hacerles un seguimiento y darles espacio en momentos importantes para que sigan creciendo.
El jugador tiene que entender que está en un proceso de formación. Muchas veces hay prisa, pero hay que respetar etapas. Cuanto mejor se prepare en cada fase, más sólido será cuando tenga continuidad en el equipo.
No se trata de meter a un joven porque sí y que al día siguiente tenga que asumir una responsabilidad que aún no le corresponde. Me gusta apostar por ellos, pero asegurándome de que tengan su tiempo, su rol y su nivel de responsabilidad dentro del proyecto.
P: Has hablado antes del físico. En los últimos años, el fútbol parece haber virado a un juego más directo y físico. Sólo hay que ver equipos como Bayern o Liverpool. ¿Cómo impacta eso en tu forma de entender el juego?
R: Es lo que comentábamos antes. Si un jugador, además de jugar bien y pensar rápido, también se mueve rápido, todo se vuelve más fácil. Hay futbolistas que asimilan los conceptos al instante, los cogen y los ejecutan sin necesidad de repetirlos mucho. Otros necesitan insistencia, repetir una idea 35 veces hasta que la entienden y la plasman en el campo.
Encontrar jugadores con esa combinación de físico y entendimiento del juego no es fácil. Fichar para el Madrid o el Barça puede parecer sencillo por los recursos que tienen, pero encontrar perfiles específicos con capacidad de sostener esfuerzos tres veces por semana es otra historia. Se trabaja, se mejora, pero necesitas una base previa, una capacidad muscular para llegar a ese nivel.
A mí me gustan mucho las selecciones francesas, sobre todo los jugadores de ataque. Son futbolistas con potencia, capacidad física y que pueden marcar diferencias tanto atacando como defendiendo. El físico te saca de problemas en momentos de un partido. Equipos que terminan bien físicamente pueden marcar la diferencia en igualdad de condiciones, mantener su rendimiento en semanas con varios partidos y sumar puntos clave para luchar por títulos.
Mira la Primera División: la diferencia entre el sexto y el duodécimo es de apenas tres puntos. Hay siete equipos en ese tramo y cualquier detalle puede marcar la diferencia. No es lo mismo que el Mallorca, que ahora está sexto, pierda tres partidos y se vea abajo. En una liga tan igualada, los pequeños detalles son los que te colocan arriba o te hunden.
Por eso, todas las herramientas que puedas tener y ofrecer son fundamentales. No se trata de obsesionarse con el físico, pero sí de ser constantes y meticulosos en el trabajo.