Tal y como reza el titular, este Atlético de Madrid no tiene defensa. No la tiene porque ha quedado último en un grupo, a priori, sencillo, tal y como admitió el propio Simeone recientemente. Y eso es difícil de defender. Este Atlético tampoco tiene defensas, algo que le llevó a la gloria en otras épocas. La retaguardia firmó una primera parte que generaría gritos y regañinas desesperadas a cualquier entrenador de benjamines. Falta de intensidad, errores sin sentido y una debilidad palpable hicieron hundirse demasiado pronto a un barco que ha pasado de ser un transatlántico a un submarino perdido por las profunidades del océano europeo.
Savic y Giménez hicieron dudar de sus identidades. A alguno no le extrañaría si se descubriera que eran aficionados ataviados con sus ropas y sus estilismos. Blandos, erráticos, lentos, desacertados... Cualquier adjetivo que suene a malo cabría en la definición del partido de los dos. No fue culpa de ellos, no al menos sola y exclusivamente, el 1-0. Sí estuvo lento el uruguayo, que no se anticipó a la maniobra de Evanilson, que tiró mal, pero logró un pase de la muerte para Taremi. El iraní llegó solo al área chica, sin vigilancia alguna, y batió a un Oblak que parecía un padre superado por varios niños gritando, ensuciando y armando jaleo.
El portero fue lo poco rescatable de un equipo sin alma. El penalti de Carrasco parecía resonar a cada rato en la cabeza de unos jugadores grises y sin dirección alguna. Aquí también toca señalar a un Diego Simeone que intentó redirigir el rumbo con un corrillo en la primera mitad que, visto el resto, tuvo una incidencia inexistente.
Savic retrasó su Halloween
En el 5', Taremi, como relatábamos, ya había abierto el marcador. En el 12', el castigo pudo ser mayor, pero Oblak le sacó con el pie un tiro a Galeno de esos que rara vez no acaban en gol. El Oporto vivía alrededor de un área que solo veía a rojiblancos asustados y a blanquiazules disfrazados de auténticos diablos. Esta sí que fue una noche de Halloween para los 'colchoneros'.
Los españoles seguían regalando balones, cediendo terreno e intentando olvidar una losa psicológica que fue inmesamente superior en el minuto 24. Savic se durmió a la hora de despejar un balón que le limpió Galeno a media altura. Llegó al área el atacante del Oporto y puso un cuero al corazón del área al que llegó antes Eustaquio que Reinildo, que fue al suelo sin ningún tipo de éxito mientras el portugués reventaba el balón cerca de la cepa del palo derecho de Oblak. 2-0.
Las cámaras enfocaban a Savic. Y no era para menos. El defensa completaría su 'show' terrorífico con otro error de bulto pocos después y una amarilla en una entrada, ya en la segunda mitad, que lesionó a Zaidu.
Los dos guantazos de realidad obligaron a reaccionar a un Atleti que pidió penalti por una faltita a Correa dentro del área de esas que, en España, son penalti tras hora y media de VAR. Pero no lo fue en la Champions porque, recuerden, el fútbol sigue siendo un deporte de contacto. Sin embargo, esta respuesta no fue más que un espejismo, ya que Oblak, en el 35', volvió a sudar para librar a sus centrales de un linchamiento aún mayor. Savic dejó botar un balón en el área que pasó por el pie de Giménez sin que este hiciese absolutamente nada y Pepê, en el área, recibió completamente solo y tiró para que el esloveno salvase la dignidad del concepto global de defensa del equipo.
Oblak y un "a buenas horas, mangas verdes"
El segundo tiempo puede resumirse en pocas palabras. El Oporto se gustó con todo a favor y solo Oblak evitó la humillación. Por su parte, el Atlético de Madrid salió mejor, pero volvió a ser un querer y no poder. E incluso, en ocasiones, se podría dudar del querer. Tanto que no fueron pocos los aficionados que pusieron más fe al gol del Brujas en Leverkusen, que nunca llegó, que a la reacción rojiblanca.
El portero del Atlético salvó un disparo con el pie de Taremi en el 51', un cabezazo completamente solo de Evanilson en el 74' y dos trallazos casi seguidos desde la frontal ya en la recta final. "¿Y entre medias?", se preguntarán. Entre medias, poco destacable.
Pasaron más minutos que cosas. En el 68', Griezmann logró batir a un Diogo Costa que se hizo grande en la reacción final de los 'colchoneros', pero la jugada quedó anulada por una discutible falta de De Paul en un contrabalón previo. Unos minutos más tarde, Correa tuvo una buena opción tras un contragolpe, pero disparó demasiado centrado y salvó el tanto el meta local.
Tras alguna clara que el Oporto desperdició con disparos desviados, Matheus Cunha, que había reemplazado a un Joao Félix que quizás no merezca siempre ser el señalado, disparó fuera desde la frontal. También lo intentó Griezmann tras una buena jugada con un remate desviado en el área. Y Diogo Costa abortó más tarde el disparo cruzado de Carrasco.
Fue la reacción, demasiado tardía, de un equipo que encontró el gol del honor en el 94'. Carrasco cerró un saque de esquina que peinó Marcano para batir a su propio portero. Apenas unos segundos de emoción dejaron paso a un final que deja al Atlético de Madrid en uno de los peores momentos desde que Simeone es entrenador.