En febrero se cumplía un año desde que la investigación del 'caso Negreira' salió a la luz. Este implica a José María Enríquez Negreira, ex árbitro y vicepresidente del CTA entre el 1994 y 2018 que recibió pagos del FC Barcelona por valor de 7,6 millones entre el 2001 y el fin de sus funciones en la RFEF. Del lado azulgrana se asegura que estos abonos estaban justificados por un trabajo de asesoramiento arbitral; del lado de los colegiados hay voces de todo tipo.
Algunos dicen que Negreira era un "florero", como llegó a aseverar Antonio Jesús López Nieto en una entrevista para 'Onda Cero', y que cualquier acusación de corrupción es un "montaje". Otros aseguran que el ex directivo sí que tenía un papel crucial en decisiones importantes como el ascenso y descenso de los árbitros, que era un hombre fuerte del Comité Técnico de Árbitros.
Xavier Estrada Fernández fue juez de Primera División entre 2009 y 2021, y tras conocerse el escándalo ha sido uno de los más beligerantes dentro del colectivo arbitral. En estos últimos días ha salido a la venta 'La verdad del caso Negreira', un libro donde el leridano de 48 años relata episodios que según él vivió con Enríquez Negreira y su círculo como protagonista. Aquí rescatamos algunos fragmentos:
La autoridad del ex vicepresidente
"Desde que entré en el mundo arbitral, él ya era el vicepresidente del CTA y acudía a diversas concentraciones con el objetivo de marcar terreno, siempre con su cigarrito en la boca. Estas reuniones eran técnicas y en ellas se explicaba cómo se iban a valorar los arbitrajes a nivel del Comité catalán o los cambios reglamentarios que había que aplicar en esa temporada. En algunas ocasiones, incluso tomaba la palabra en la charla de bienvenida que se hacía en presencia de los colegiados. Él era 'el capo', el que mandaba, el que decidía, el que iba a hablar con el presidente Victoriano Sánchez Arminio si hacía falta y, por supuesto, quería que lo supiéramos todos y no lo olvidásemos nunca".
"Enríquez Negreira en persona era quien te entregaba tu hoja arbitral en las concentraciones. Lo conocía todo el mundo y se sabía perfectamente lo que hacía. Principalmente, controlaba toda la información de los árbitros nacionales, que era muy suculenta y la utilizaba en el seno de los Comités regionales con buenas o con malas intenciones. Es decir, para hablar positivamente sobre un árbitro o para defenestrarlo".
"Infundía mucho respeto, era un perfil como los de antes. Por la diferencia de edad, podría ser mi padre. En el colectivo arbitral todos sabían que no podías dirigirte a él para preguntarle cualquier cosa porque te podía acarrear consecuencias negativas. Otro año que estábamos en el hotel Santemar, fuimos a pasear por los alrededores después de la cena. Al volver, estaba sentado en la puerta esperándonos. Volvía con un asistente catalán y me dijo: 'Tienes que llevar de asistente al chavalito'. Siempre estaba ahí, presente, intentando inducirte, condicionarte, nadie se atrevía a llevarle la contraria. En el CTA, los que mandan dicen lo que quieren, los demás escuchan. Si levantas la voz te vas fuera, así de claro. Cada árbitro tenía su estrategia para sobrellevarlo como podía, era el sistema que imperaba en el Comité nacional".
"A finales de 2012, me anunciaron desde el Comité que en 2013 iba a ser árbitro internacional. En una concentración del mes de noviembre coincidí con Victoriano Sánchez Arminio y le dije: "Presi, si soy internacional, ¿puedo elegir a mis asistentes?". "Claro, tú tienes la última palabra, pero ya sabes...", me contestó de forma enigmática. Lo que me quería decir es que en realidad la última palabra la tenía Enríquez Negreira".
Las cosas "como Dios manda"
"Cada vez que un árbitro ascendía de Segunda a Primera División, Enríquez Negreira lo llamaba y citaba en Barcelona. A mí me invitó a cenar a una marisquería con su pareja Ana, con el pretexto de que me iba a enseñar "cómo funcionaba la Primera División". Nos transmitía el mensaje de quién mandaba y nos decía que había que hacer las cosas "como Dios manda", es decir, a su manera, como él quería. Para él, existían tres grupos de equipos de Primera División que se correspondían con tres grupos de árbitros. Para pitar a equipos del primer grupo (Madrid, Barça o Atlético de Madrid) tenías que ser considerado un colegiado del grupo 1, así de sencillo, si no, no pitarías esos partidos en tu vida. Por poco que te dijera, te hacía tener miedo".
Las reuniones en el bar de Negreira
"En La Torrada se organizaban encuentros con los árbitros del Comité catalán de Primera, Segunda y Segunda División B dos o tres veces al año, en los que estuve presente en muchas ocasiones. En estas citas analizaba tus calificaciones de la temporada, que guardaba en un cuaderno de contabilidad que llevaba siempre con él. Además, revisaba tu evolución y te hacía todo tipo de comentarios. Te decía, por ejemplo, "chavalito, tienes que apretar" y te sentías condicionado, porque no sabías si te quería descender de categoría para la próxima temporada. Te dejaba siempre con la incertidumbre".
"Los árbitros de Primera División nos veíamos obligados a ir al bar de Enríquez Negreira porque era el del jefe y te tenías que dejar caer de vez en cuando para que todo fuera bien. Además, servía para pulsar cómo estaba tu situación personal en el seno del CTA con él. Sucedía igual que con el 'coaching' de su hijo Javier Enríquez. Los colegiados se veían condicionados a contratar sus servicios y pasar por caja porque era el hijo del que mandaba".
"La Torrada era un bar de barrio muy cutre y pequeño, que llamábamos de forma irónica el 'Txistu de Barcelona'. Nada más entrar había una barra a mano izquierda y al fondo un patio interior con mesas y sillas de camping. Durante la semana había menú, pero cuando íbamos nosotros nos ponían carne y jamón serrano en lonchas de supermercado, recién sacadas del sobre. Era lamentable y vergonzoso. Eso sí, la cuenta no la perdonaban y nos cobraban unos 50 euros a cada uno. Mucho dinero para la calidad de la comida y del propio local".
"La pareja del vicepresidente del CTA estaba siempre detrás de la barra y tenía algún empleado más. Cuando acudíamos al local, manteníamos muchas conversaciones con Enríquez Negreira relacionadas con el fútbol y el arbitraje en un ambiente muy distendido. Junto a él también solían ir al bar importantes directivos de la Federación catalana y otros amigos árbitros de su círculo de confianza. Era su cuartel general en Barcelona y estuvo abierto como mínimo desde el 2009 hasta 2018, aproximadamente".
"Estoy sentado al lado de Al Capone"
"En diciembre de 2012 fui citado en el bar La Torrada. No sabía exactamente qué me podía encontrar allí. Cuando llegué, en el interior del local estaba la pareja de Enríquez Negreira y él permanecía fuera junto a Xavier Moreno Delgado, uno de sus hombres más cercanos del Comité arbitral. Estaban fumando y bebiendo una botella de cava mientras me esperaban sentados en una mesa metálica de la terraza. Llevaba ya cuatro años en Primera División, pero tuve miedo al ver solo la postura de Enríquez Negreira. Nunca se me pasó por la cabeza lo que iba a vivir y escuchar en ese momento. Fue una hostia que no fue física, pero sí más dolorosa. Se me estropeó la visión idílica que hasta ese momento mantenía del arbitraje y del CTA como una institución relativamente transparente y sana".
"Tenía a Moreno Delgado enfrente y Enríquez Negreira me hizo un gesto autoritario con su mano para que me sentara a su lado. Luego me dijo una frase, o más bien una amenaza, que se me quedó grabada para siempre: '¿Tú sabes lo que es la familia?'. En ese instante pensé 'estoy sentado al lado de Al Capone'. 'Te voy a pegar una hostia...', continuó diciéndome el vicepresidente de los árbitros a la vez que me miraba fijamente a los ojos. No me lo podía creer".