Esta Bundesliga es la más divertida de los últimos tiempos. Hasta ahora, lo más entretenido era que el Borussia Dortmund tuviera un buen año y pusiera, aunque fuera unas jornadas, contra las cuerdas al Bayern. Esta alternancia es deliciosa.
Esta vez fue el Augsburg, que anda en el furgón de cola, el que petrificó al equipo de Kovac. Además, a apenas un minuto para el final, un hachazo inesperazo. Justo cuando se saboreaban las mieles de una remontada de autor.
La de Serge Gnabry, una de las confirmaciones más bonitas de la temporada. El extremo de 24 años resultó de nuevo decisivo en el choque. Él había remontado, con asistencia y tanto propio, un partido que se había puesto cuesta arriba en su primera acción.
A los 28 segundos, Richter marcó para dejar claro que no iba a ser un viaje plácido para los del Allianz. Sin embargo, hace falta mucho más que eso para tumbar el imperio del Bayern. Sobre todo, con Lewandowski y Gnabry al mando.
Antes de eso, otro rejón: Süle se fastidió una rodilla y tuvo que ser relevado por Alaba a los 10 minutos. Pero, apenas cuatro después, la cabeza del polaco, en su primer remate, hizo buena la intendencia de Gnabry, quien le puso un preciso centro. De paso, hizo historia en la competición.
La tempranera igualada hacía presagiar la remontada. Pudo haberse confirmado poco antes del descanso, pero el palo se la negó a Gnabry. No así cuatro minutos después de la reanudación, cuando el extremo se convirtió en Robben.
Condujo, amagó, se buscó hueco en la frontal y clavó un zurdazo ajustado al segundo palo. Cómo no, la ya conocida celebración del cafelito.
Sin embargo, Finnbogason, justo después de que Müller perdonara una clara para el 1-3, tiró de su pasaporte islandés para empatar a placer y enfriar el café de Gnabry y el corazón del Bayern, que ya ha pinchado en la mitad de los partidos.