Gallar y Rubén Castro echan abajo el 'efecto López Garai'

El 'efecto López Garai' se terminó. El Albacete llegaba en racha a su duelo ante el Cartagena, pero se encontró de frente con el eterno Rubén Castro y el habilidoso Gallar. Ambos fueron un quebradero de cabeza, y también el motivo por el que los puntos se quedaron en el Cartagonova.
Álex generó los tres goles locales. En el primero, se marcó un jugadón por la banda derecha, le pasó rasa la bola a Elady y este encontró a Rubén Castro, que no falló en el área. En el segundo, templó una pelota teledirigida a la testa de Andújar para que superara a Tomeu Nadal con un gran remate. En el tercero, hizo dos intercepciones en la frontal rival y dejó a Castro, de nuevo infalible, solo ante el meta entre líneas.
El '7' fue otro pilar del triunfo. A sus 39 años, es una evidencia viva de que la edad no tiene nada que ver con dar un buen rendimiento como delantero. Siempre se colocó bien, siempre encontró huecos. Más atrás, en la zona medular, la apuesta de Borja salió a las mil maravillas. La experiencia de Clavería y la chispa de Carrasquilla -fue más protagonista el '21'- anularon el esquema rival.
El Albacete no se encontró y, para cuando reaccionó, era demasiado tarde. En la primera mitad, dependió demasiado de la garra de Zozulya arriba, que tuvo que buscarse la vida más de una vez. Álvaro Jiménez desbordaba, pero no culminaba. Hubo que esperar a la entrada de Liberto para que el Cartagena se viera en apuros.
Tardó menos de diez segundos en ver puerta. Aprovechó un gran pase de Diamanka al segundo palo, lo pinchó y fusiló por abajo a Marc Martínez. El guardameta se redimió más tarde con una buena mano a Fuster y un paradón espectacular al propio Liberto, que probó suerte de nuevo casi en el mismo sitio que el de su gol, esta vez de cabeza.
El 'efesé' contestó y desactivó muy bien la furia manchega. Se cubrió como pudo, confió en su cancerbero y se sirvió de la seguridad de Andújar y De la Bella, los más acertados en la zaga. Con la bola en los pies, se encargó de reducir el ritmo del encuentro hasta que la victoria estuvo, oficialmente, en la buchaca.