El fútbol a veces es ingrato. Hay detalles que marcan una carrera, decisiones, partidos, puntos de inflexión que acaban derivando hacia uno u otro sitio. En el caso de Silvio, todo fue a peor.
El lateral portugués llegó al Atlético de Madrid con la vitola de gran promesa. A cambio de ocho millones de euros, el carril diestro del Calderón debía llevar su nombre durante los próximos años. Pero la cosa no funcionó.
Manzano fue destituido y entre lesiones y falta de confianza, Silvio nunca encontró su sitio. Se marchó con una Europa League bajo el brazo en busca de oportunidades en otros sitios. El Deportivo, el Wolverhampton o el Benfica le abrieron sus puertas, pero sin llegar a volver a verse al lateral que tanto llegó a prometer.
El tiempo fue pasando y las oportunidades esfumándose, hasta que encontró acomodo en el equipo que le vio nacer. El Sporting de Braga recuperó al futbolista por el que había ingresado ocho millones de euros, pero no para lo que él esperaba.
Silvio fue requerido para jugar en el filial, aportarle experiencia a los más jóvenes e intentar lograr la permanencia en la segunda categoría del fútbol portugués, lugar clave para seguir fogueando a las jóvenes promesas del conjunto de Braga.
A sus 30 años, mirar atrás y ver aquel triunfo en la Europa League le evoca a recuerdos de lo que un día se torció y nunca pudo encaminarse. Hoy, su experiencia será clave para los que como él en su día, están ya a punto de dar el salto.