El alquimista de Grugliasco
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Gian Piero Gasperini es el alquimista de Grugliasco. Ha sido capaz de convertir el 'Catenaccio' al que estaba sumido años atrás el fútbol italiano a ese juego propositivo, bonito de ver y efectivo de cara a la puerta rival con la que ha llevado a la Atalanta a ganar la Europa League.
Han pasado más de 50 años desde que la Dea había celebrado un título. Demasiado tiempo para un equipo que ha deambulado en categorías por debajo de la élite del fútbol italiano pero que lleva años entre los mejores de la península itálica. Y es que esta Atalanta gusta a todos por su estilo de juego, por su valentía a la hora de marcar y ganar.
Las dudas en torno a Gasperini aparecieron hace una semana. La Atalanta de 'Gasperson', como le apodó su presidente, perdió su tercera final de Coppa Italia en apenas 5 años. El título que pusiera el broche final al proyecto del técnico italiano. Y en el horizonte estaba el equipo imbatido, ese equipo que no había perdido un solo partido en toda la temporada y con un Xabi Alonso que se llevaba todos los elogios.
Gasperini llegó al banquillo de Bérgamo hace 8 años, en el verano de 2016. Había realizado un gran trabajo con el Genoa, pero su brevísimo paso por el Inter de Milán fue infructuoso. A su vez, llegaba a una Atalanta que estaba sumida en la mediocridad, en la lucha continua por la salvación y que no había pasado de la mitad de la tabla desde su ascenso en 2011.
Encontró la Dea a su salvador, a su rey que por fin tiene la corona, a un Gasperini que llevó a la Atalanta en su primera temporada al Top 4 de la Serie A, una posición que nunca había alcanzado a lo largo de su dilatada historia.
Su filosofía siempre ha sido clara: "Los de adelante marcan el ritmo, los de atrás son los más fuertes, pero todos están pendientes de todos. Y el último es el que debe asegurarse de que nadie quede atrás". La ofensiva por la ofensiva y la defensiva por la ofensiva. Un juego coral, a su vez con mucha libertad y con tendencia al ataque.
Esa primera luna de miel acabó con viajes por Europa, una Europa que no ha abandonado por ahora. Lo hizo poco a poco, desde la Europa League hasta los cuartos de final de la Champions, su mejor campaña continental. Pero el tiempo pasó y la Dea comenzó a bajar escalones. Ya no era el tercer equipo de Italia, ya no iba a la Champions League.
Los Ilicic, Zapata, Muriel o Papu Gómez dejaron el club o bajaron su nivel. La Atalanta había dejado de ser atractiva a ojos del espectador neutral y del futbolista con talento. Y ahí, cuando más lejos estaba del objetivo, Gasperini persistió en su estilo y emergió de nuevo a la primera plana continental.
De aquella Atalanta a la que llegó Gasperini apenas quedan los recuerdos del ayer. Únicamente Djimsiti tiene peso en el once de la Dea. Únicamente el albanés nacido en Suiza, Francesco Rossi, Tolói -con premio al jugar la final-, y Hateboer permanecen al lago de 'Gasperson', el alquimista de Grugliasco. Y es que esta Dea es un equipo de autor, de Gasperini, de la nueva Italia.