Girona y Valladolid se enfrentaron en Montilivi con una consigna clara: no perder. Venían de encadenar tres y dos derrotas consecutivas, y eso se notó en los planteamientos de Míchel, en la grada por su expulsión en La Rosaleda, y Pacheta. El equilibrio se rompió de penalti.
Ninguno de los dos quería perder, y eso se notó. Vaya si se notó sobre el césped de Montilivi, regado por la fina lluvia que cayó antes del partido, y que debería haber ayudado a dar velocidad a un juego que nunca fue fluido.
Con dos equipos a la defensiva, el fútbol de ataque brilló por su ausencia. Apenas se inquietó a Juan Carlos y Roberto en el primer tiempo y los minutos fueron pasando con Girona y Valladolid alterando sus momentos de dominio e iniciativa.
El perfecto (y soporífero) equilibrio se empezó a romper en la segunda parte, cuando el Valladolid, quizá más por demérito del Girona, empezó a apretar y a merodear el área de Juan Carlos.
Encadenó una serie de buenas llegadas el conjunto de Pacheta, pero cuando mejor estaba, cuando parecía posible que se quitara la presión con la que estaba jugando, ese miedo a encajar, Diogo Queiros, que había entrado al descanso en lugar del apercibido Javi Sánchez, cometió un inocente penalti que condenó al Pucela.
Tocó el pie de Valery dentro del área y aunque este exageró su caída, el VAR nada pudo hacer para salvar al Valladolid. El contacto existió y, por tanto, el penalti estuvo bien señalado.
Lo iba a tirar Nahuel Bustos, pero el segundo de Míchel le cambió justo en ese momento. Se fue enfadadísimo al banquillo y en su lugar entró un Cristhian Stuani que no perdonó desde los once metros. Y que tras marcar, fue a abrazarse con su compañero, a quien el tanto había aliviado un poco el enfado.
Aquello fue un mazazo para el Valladolid. Pacheta no reaccionó, y su equipo amagó con naufragar. Solo en el 69' movió ficha, y quemó sus naves. Metió de golpe a Sergio León, Toni Villa y Gonzalo Plata, y lanzó a los suyos al ataque. Más tarde entró Cristo, para dar descanso a un Weissman prácticamente inédito, frustrado tras otro partido en el que apenas le llegaron balones de peligro.
No fue suficiente. El Pucela se volcó al ataque para nada. El Girona aguantó bien sus embestidas e incluso pudo sentenciar a la contra en los minutos finales, pero el marcador no se volvería a mover más.
Victoria del Girona, que llevaba desde la jornada 1 sin saborear las mieles del triunfo, y desde la segunda sin siquiera puntuar, y derrota para un Valladolid que al menos no dio la pésima imagen de los partidos ante Burgos y Tenerife, pero que sigue peleado con el gol desde su ejercicio de supervivencia en Lugo.