Es la historia de casi siempre. El PSG dominó, agobió a su rival, pero por momentos parecía que podría sufrir más de la cuenta. Y entonces, penalti, roja y gol para que los parisinos se quitasen la presión de encima.
El PSG amenazó con golear, pero acabó doblegando a su rival gracias a un penalti forzado por un Mbappé que llegó a desquiciarse, y que incluso coqueteó con la segunda amarilla.
El partido del PSG no fue bueno, ni mucho menos. Sí, dominó, pero cometió demasiados errores atrás, que propiciaron no pocas contras de extremo peligro que, por un motivo u otro, no prosperaron, para alivio de un Tuchel que apostó por defensa de tres ante un rival que amenazaba con encerrarse en su área, como así fue.
Para colmo, a los diez minutos, en una de esas contras, Danilo Pereira se lesionó, lo que obligó a Tuchel a hacer su primer cambio. Pero no renunció tan temprano al nuevo esquema, y metió a Pembélé.
Así pasaron los minutos de la primera mitad, con el Lorient cada vez más atrás, pero bien ordenado, evitando que los parisinos generasen auténtico peligro con sus acciones.
Ese juego desesperó a Mbappé. Se llevó el aviso del colegiado por sus protestas y simulaciones, y pasada la media hora, después de que hiciese una falta fruto de una rabieta, vio una amarilla que le condicionó el resto del partido. O mientras hubo partido.
El PSG creció al filo del descanso, y merodeó el gol con insistencia, pero si no era la defensa del Lorient, era la mala fortuna quien le privaba de él. Por ejemplo, el chutazo al larguero de Ander Herrera en el 42'.
Fue un aviso, pero nada más. El encuentro se fue al descanso y cuando se reanudó, el colegiado lo mató. Aplicó el reglamento a rajatabla y por ello expulsó a Gravillon cuando derribó a Mbappé en el área.
Rafinha había filtrado un sensacional pase para la estrella del PSG, indiscutible hoy sin Neymar, y Gravillon estiró el brazo para agarrarle, una vez le hubo superado, quedándose solo Mbappé ante Nardi.
Mbappé se dejó caer en cuanto notó el contacto y los acontecimientos se precipitaron. Penalti y, como era el último jugador y no tuvo intención ni posibilidad de jugar el balón, roja. Es lo que dice el reglamento, la misma roja que si le hubiera metido un hachazo, por cierto.
Penalti que el propio Mbappé convirtió, dejando el encuentro encarrilado para que diez minutos más tarde lo sentenciara Moise Kean, de nuevo previo pase sensacional de un Rafinha especialmente inspirado.
No hubo mucha más sustancia en este encuentro. El Lorient intentó sorprender a la contra mientras le duró el fuelle, pero ni con los cambios que oxigenaron su ataque le bastó.
Aún así, el equipo bretón tuvo una ocasión muy clara de recortar distancias o, como mínimo, marcar el gol del honor, pero Grbic se topó con el poste. Y cuando no, Sergio Rico evitó el peligro, haciendo que nadie echase de menos a Keylor.
Triunfo más sufrido de lo esperado de un PSG que debe agradecer, una vez más, el criterio arbitral a la hora de sancionar ciertas acciones. Y ahora, a pensar en el Lille, un rival mucho más peligroso que el Lorient.