El Atlético de Madrid fue quien se llevó el gato al agua. Joao Félix, el último prodigio surgido de la cnatera portuguesa y que había maravillado al mundo en el Benfica, posó por primera vez con la rojiblanca. Comenzó así su etapa en el club.
Era el jugador más deseado del momento, y se lo llevó el Atleti. Fue presentado como si de una gran estrella se tratara, rodeado de la plana mayor del club y con una leyenda rojiblanca como es Paulo Futre ejerciendo de padrino.
Desde ese momento, quedó claro que su carrera en el Atlético sería una montaña rusa de emociones. La afición del club, espoleada por una prensa que solo hablaba maravillas del joven delantero, depositó demasiado pronto las esperanzas de que cubirera el doloroso hueco dejado por Griezmann.
Y la pretemporada invitó a ello, pero cuando llegó la hora de la verdad, Joao Félix se diluyó. Las razones aún no están claras. Quizá no estuviera hecho para la carga física que le impone a sus jugadores el Atleti del Cholo. Quizá fuera el estilo de juego de LaLiga.
Clase tenía, pero no era el futbolista determinante que fue en el Benfica. Quizá porque solo lo fue en contadas ocasiones. Joao Félix era apenas un recién llegado a la élite al que todos trataban como una estrella veterana.
Como resultado, en las postrimerías de su primera temporada como rojiblanco, existe la sensación de que ha decepcionado. Pero ha hecho ocho goles en el peor Atleti de cara a puerta en mucho tiempo, jugando 34 partidos. Porque no hay que olvidar que las lesiones le han pasado factura.
No respondió a las expectativas por una sencilla razón, estas eran irreales. Se basaban en una única temporada, en Portugal, en uno de los tres grandes. Y, sobre todo, en su recta final de temporada, especialmente brillante.
Joao Félix jamás hubiera pensado que su 'hat trick' al Eintracht de Frankfurt en cuartos de final de la Europa League le iba a acabar pasando factura, pero así fue.
Por culpa de esos partidos, a día de hoy se mira con lupa todo lo que hace Joao Félix sobre el campo, y se le juzga en consecuencia. Se le echa en cara que costó 126 millones de euros, como si eso fuera culpa suya.
Es pronto para perder la esperanza en Joao Félix. Al contrario, es el momento de mantenerla. Porque todo el mundo vio de qué era capaz en Portugal, y en qué puede convertirse si sigue trabajando.