Hubo un tiempo en el que José Mourinho fue considerado el mejor entrenador del mundo. En el Oporto fue rey; en Milan, concretamente en el Inter, todavía le rinden pleitesía. En el Chelsea, en su primera etapa, sumó títulos con una plantilla de leyenda. Entendió el fútbol de una forma pasional, en muchos casos explotando con demasiada contundencia su carácter ante los medios. Era Mou, para bien o para mal. Ante todo, un ganador. Alguien muy distinto al técnico despedido por el United.
El traductor de Bobby Robson pasó a ser un entrenador competitivo hasta el límite, nadie quería encontrarse con sus equipos. En el Inter, su último gran recuerdo -hace ya ocho años- demostró que con las migajas también se puede construir un proyecto. Rescató del Madrid a Sneijder, confió en veteranos como Lucio, Maicon, Samuel o Cambiasso. Puso a Eto'o de improvisado lateral. Y ganó un triplete que para siempre será leyenda.
De Milán a Madrid por la puerta grande
Su labor en Italia, alabada en clave madridista por su eliminación al Barça, le sirvió para ganar un billete al Bernabéu. El ex azulgrana en la casa 'merengue', vaya morbo. Y vaya si lo tuvo. El problema para Mou es que se encontró con el mejor Barça de la historia y aquello le desquició. Su pelea diaria con Guardiola invitó a que su personaje le devorara. Cambió demasiado. Llenó titulares y tertulias, pero empezó a costarle mucho ganar.
Ganó apenas una Copa, una Supercopa y una Liga. Eso sí, de récord. La Champions fue su gran cuenta pendiente y concluyó su etapa en Madrid peleado con medio vestuario. Cristiano, Casillas o Pepe ni le miraban. Solo un núcleo reducido del madridismo y jugadores como Arbeloa o Xabi Alonso creyeron en él hasta el final. Fue un desastre su epílogo en el Madrid, que decidió romper su relación pese a la confianza presidencial.
Un desastre que no conoce fin
De ahí al Chelsea, donde pese a recuperar el trono de la Premier también acabó desquiciando a amigos y enemigos. En diciembre de 2015, con el Chelsea más cerca del descenso que de Europa, le bajaron el pulgar. Comenzaron la lluvia de quejas: que si no me fichan jugadores, que si el City invierte mucho. Que el proyecto estaba vacío. Quizá tuviera razón, pero él nunca ayudó a la mejora.
Su decadencia era evidente, pero el United confió en él. Un equipo en caída libre se agarraba de la mano de un ganador en la penumbra. Olía a que no podía salir bien y así fue. Desde el inicio. Invirtió una millonada para únicamente ganar Europa League, Community Shield y FA Cup. Echó a Pogba a los leones, se 'pegó' con la prensa. Provocó a aficiones rivales. Nada le importó.
Así hasta llegar a su última derrota, durísima ante el Liverpool. Klopp, al mismo al que atizó en la previa, lo sacó del tablero. Le enseñó la puerta de salida de Old Trafford, un estadio que ve a su equipo a 19 puntos del líder y con el PSG a la vuelta de la esquina. Se acabó, Mou. Tu pócima secreta se pudrió. El campeón ahora reconoce que no puede ganar un título. Por eso el United le ha dado la patada.