El Celta demostró a Osasuna que para ganar no es necesario apabullar. Basta con ser efectivo. Y el cuadro celeste lo fue. Controló el partido y supo atacar cuando Osasuna llevaba la iniciativa, y sufrir cuando los rojillos recortaron distancias de penalti.
Osasuna saltó al césped de Balaídos con firmeza, con decisión. Quería golpear primero, pero no lo logró. El Celta, que por su parte arrancó con el inconveniente que es perder a un jugador en los primeros minutos por lesión (Hugo Mallo pidió el cambio por precaución al notar un pinchazo), aguantó el vendaval inicial y luego equilibró las fuerzas.
Tuvo el Celta el don de la oportunidad. No arriesgó en exceso al ataque, no rifó la pelota y supo sufrir en defensa. Y así todo el partido. Como resultado, este resultó poco vistoso por momentos, sobre todo cuando Osasuna bajaba los brazos y dejaba que fuera el Celta quien marcar el ritmo, normalmente cansino.
Además, las interrupciones por falta fueron la tónica habitual del primer periodo. Y aunque Osasuna puso las ganas, las ocasiones más claras fueron del Celta, sobre todo el tiro al palo de Santi Mina, en el minuto 28.
Parecía que Celta y Osasuna habían firmado una suerte de armisticio hasta el final del primer periodo, pero los celestes lo rompieron en el 42', con una contra letal. Balón largo a Santi Mina, apertura a Iago Aspas y el de Moaña, con un quiebro perfecto ante Roncaglia, se dejó el balón en su diestra para batir a Sergio Herrera con disparo cruzado. Al poste y dentro.
Aquello fue un revés para Osasuna, que se veía manteniendo el empate y jugándosela en la segunda parte. El gol de Aspas obligó a Arrasate a cambiar el chip. Metió tres cambios al descanso y sacó un equipo aún más ofensivo.
Los primeros compases del segundo tiempo volvieron a ser para los rojillos, y el portero del Celta, Iván Villar, tuvo trabajo de lo lindo. Pero, como en la primera, quien metió el miedo en el cuerpo a su rival fue el Celta.
En el 53' Nolito hizo el segundo, con la colaboración de Manu Sánchez, pero el tanto fue anulado por fuera de juego del atacante del Celta. Milimétrico, pero fuera de juego a fin de cuentas.
Ahí Osasuna optó por volcarse más si cabe al ataque, y encerró a su rival, que si bien no sufrió, sí jugó agobiado gran parte de lo que restaba de partido.
No logró su objetivo el conjunto navarro y, lo que es peor, encajó el segundo, ahora sí, en un córner. Murillo saltó más que nadie en un córner y cabeceó picado, inalcanzable para el portero rojillo, el segundo tanto del Celta.
Arrasate lanzó a los suyos a tumba abierta. Refrescó por completo su delantera y buscó el tanto que volviera a meter a Osasuna en el partido, y este llegó por cortesía del VAR.
Aspas saltó con Roberto Torres, le golpeó con el brazo y, al ser dentro del área, penalti y amarilla para el capitán del Celta. El propio Roberto Torres lo convirtió, haciendo que el partido recobrase la emoción en los 13 minutos que restaban.
Y sí, así fue. Osasuna jugaba con fuego. Buscaba el empate sin importarle descuidar la defensa, pero el Celta no estaba por la labor de arriesgarse a ser contragolpeado. Coudet echó el cerrojo y aguantó las embestidas de su rival hasta el pitido final.
Pitido que coloca al Celta con 41 puntos, aventajando los 40 de Osasuna. Ambos están ya salvados (virtualmente), y con Europa a relativo tiro de piedra. No dependen de sí mismos y hay muchos rivales para pocos puestos, pero los dos se han ganado, a cinco jornadas del final, el derecho a soñar.