El Lugo vuelve a caer, y, esta vez, cae de la más cruel de las maneras. El Zaragoza le arrancó un empate de épica al Anxo Carro merced a una jugada de fantasía de su portero, de Cristian Álvarez. En pleno sitio al área local, se vistió de delantero para, en la última jugada del encuentro, hacer el tanto de las tablas.
Antes, parecía que Ferrao Venancio había dejado la cita sentenciada. En cuestión de seis minutos, salvó un gol cantado de Adrián que habría desequilibrado la balanza en favor de los maños y apareció en la otra punta del campo para firmar una diana que amenazaba con ser definitiva.
Varo se había erigido en otro protagonista fundamental del encuentro. Fue capaz de lo mejor y de lo peor. Lo mejor, un paradón a Eguaras en pleno asedio de los maños por el empate cuando el luminoso ya exhibía el 2-1. Lo peor, un penalti a Iván Azón por no calcular bien una salida.
Este comprometió una victoria que había encarrilado -o parecía haber encarrilado- Manu Barreiro al borde del descanso. Como colofón de una primera mitad igualada en la que los gallegos profundizaron algo más, el '9' emergió en un bosque de defensas para rematar imperialmente un córner al fondo de la red.
La respuesta llegó en aquella falta de Varo durante el ecuador de la segunda mitad. Adrián, tirando de galones en su primera temporada en el Zaragoza, engañó al cancerbero e igualó un encuentro que, desde ahí, pareció tanto romperse como empezar de nuevo.
En ese contexto, apareció Ferrao Venancio con su actuación diferencial. Los de Juan Ignacio Martínez habían conseguido cambiar la tónica de la primera parte por una de dominio de los suyos hasta tal punto de tener Adrián en su testa el 1-2 en un remate que superó a Varo y que sacó Ferrao bajo palos.
Seis minutos más tarde, se personó en la caja contraria, el más listo de la clase, para cazar el mal despeje de un córner y enviarlo a la red con 'ayuda' de Francés, que no interceptó bien. No por esta diana amainó el chaparrón de ocasiones con el que los 'blanquillos' habían sitiado el área local.
Pero el premio no lo recogió ni un delantero ni un punta experto: lo recogió Cristian Álvarez. En una última jugada de épica y fantasía, el cancerbero subió a rematar una falta peligrosa y la convirtió en el tanto del empate de cabeza para delirio y alegría de sus compañeros. Y hundimiento del Lugo.