A día de hoy, media un abismo entre dos históricos que se batían de igual a igual. El Milan es un equipo deprimido, un club que acusa sobremanera el listón de su historia. La Juventus es la reina del fútbol italiano en la última década. También un equipo que gana por inercia, con automatismos demoledores. Y si se le pone a uno el rostro desencajado de Higuaín y al otro la expresión autosuficiente de Cristiano, la foto de la crónica queda perfectamente encajada.
Así se resume bien lo que ocurrió en San Siro. Un apenas quiero y poco puedo contra un puedo cuando quiera. La Juventus, tras un arranque a velocidad de crucero, ahora se puede permitir el lujo de pasear en góndola por la Serie A. Y eso hizo.
Dio un primer picotazo con el testarazo a gol de Mandzukic a los ocho minutos. La impotencia y el aturdimiento de los 'rossoneri' le permitió jugar en marchas bajas. Cuando el viento va de cara, las musas acompañan. Incluso en momentos como el que ocurrió a minutos para el descanso, cuando el VAR cazó unas manos de Benatia ante Higuaín.
Era el momento del 'Pipa', a quien la llegada de Cristiano a la Juventus le dejó sin sitio en el club al que había llegado a amar. Era su momento de reivindicación. Pero los once metros refuerzan el concepto de pena máxima cuando él los patea. Intentó ajustar, pero entre Szczesny y la madera le dejaron otra cicatriz en la estadística.
Desesperación en San Siro
Si Gattuso hubiera podido, habría transfundido toda su sangre entre sus once protagonistas al descanso. Debió haber charla, que cambió ligeramente la actitud de los suyos. Pero lo que necesita este apesadumbrado Milan es más aptitud.
No hubo noticias de Suso, Cutrone estaba en el banquillo, nadie desequilibraba. Luego arriesgó con cambios, pero ni aun así. El meta de la Juve no tuvo que sudar más. Sí Donnarumma, quien le ganaba el duelo a Cristiano en sus pocos tiros a puerta.
Pero un rechace del joven meta a tiro de Cancelo le cayó a la estrella lusa a los pies. Demasiado fácil para conseguir su octava tanto. Pero esa es la diferencia entre Higuaín, que tiene el mundo en contra, y Cristiano, a quien el balón obedece sin rechistar. También entre el Milan y la Juve, que transitan por universos diferentes.
Había perdido Higuaín. Y todo lo vivido este verano debió poseerle cuando se convirtió en demonio para protestar una falta clara a Benatia. Gritó en la cara del árbitro y amarilla. Eligió las palabras equivocadas, de nuevo en su rostro, y vio la roja directa. Se desquició, tuvieron que sujetarlo, chillaba a Cristiano.
El antihéroe sucumbió ante el villano, que es ahora el protagonista de la Juve y de Italia con su sonrisa de guapo y sus goles oportunos. El diablo contra el 'Bicho'.