La justicia siempre se ha representado con una balanza y en Cornellà hubo una. A un lado estuvo el afortunado contragolpe del Zorya y en el otro, todo lo demás. El fútbol, las ganas, la pasión y el atrevimiento lo puso el Espanyol. La victoria costó, pero llegó... y esas son las que mejor saben.
En un partido tan decisivo, en el que Europa ya se dilucida en el horizonte, no se pueden permitir errores. El Espanyol saltó al campo a por todas, pero el Zorya sorprendió desde el primer momento con una presión alta, molesta, que no dejó a los de Gallego mostrarse en toda la primera mitad.
El planteamiento aguerrido pilló algo despistado a los 'pericos'. Bien plantados los ucranianos y con seguridad atrás, el minutero fue corriendo y salvo un aviso de Granero y otro de Ferreyra, no se vio nada del Espanyol.
Sin embargo, ante la igualdad en el campo y la falta de ocasiones, llegó en una gran jugada trenzada a la contra el gol del Zorya. Kochergin remató desde la frontal una genial transición desde campo propio hasta área rival y desdibujó rostros antes del paso por vestuarios.
Un recital concentrado
La magia 'perica' salió a flote en la segunda mitad. El Zorya dejó de ser un rival y se transformó en mero espectador de lo que se le venía encima. Comandado por Wu Lei, el Espanyol comenzó un asedio que terminó con tres goles pero que pudo acabar en goleada.
Un cabezazo al larguero de Wu Lei nada más comenzar la segunda mitad precedió al huracán que acabó desatando Ferreyra con un remate de 'killer' dentro del área para poner el 1-1 a una hora del final. Había tiempo... y eso que el Espanyol no necesitaba demasiado.
Desde el 75' hasta el 81', los 'pericos' vivieron un penalti fallado de Granero -y provocado por Wu Lei-, un gran gol de Javi López a centro de Darder y otro golazo por la escuadra de Vargas, marca de la casa. Con el 3-1, los ánimos bajaron y el Espanyol se centró en controlar el resultado, una renta espectacular para la vuelta, el partido definitivo para jugar en Europa.