Los ultras siguen siendo un factor indeleble en la ecuación del fútbol italiano. Los clubes y las instituciones, impotentes, han dejado de combatirlos para asumir su existencia y otorgarle unos confines determinados. Sin embargo, este fin de semana los ultras han vuelto a cruzar el límite.
El Inter-Sampdoria era el segundo partido en el programa del turno sabatino de la Serie A. El pitido inicial estaba fijado para las seis de la tarde, un par de horas después del asesinato de Vittorio Boiocchi. Este líder ultra, de 69 años, fue disparado en una emboscada por dos hombres que se dieron a la fuga.
¿Pero quién era Vittorio Boiocchi? Durante años fue el principal capo de la Curva Nord del Inter, conglomerado de grupos ultras ‘nerazzurri’. Sin embargo, su pasado criminal es más notable que su pasado futbolístico. Boiocchi pasó 26 años en la cárcel, cumpliendo 10 condenas firmes por conspiración criminal, tráfico internacional de drogas, recepción de bienes robados, porte y posesión ilegal de armas, secuestro y robo.
Todo ello, sumado a su relación con las mafias, no frenó el sentimiento de luto de la Curva Nord. Los ultras del Inter retiraron las pancartas durante el partido contra la Sampdoria, no tomaron parte en los cánticos y abandonaron el estadio durante el descanso. Una decisión propia, tomada legítimamente por los propios ultras y a la que uno no puede objetar nada.
El problema llegó durante su salida del estadio. La Curva Nord forzó a todos los espectadores que se encontraban en el fondo norte a dejar sus localidades. Muchos de estos eran aficionados corrientes, sin nada que ver con los ultras, pero poco importó a la Curva Nord. Según varios testimonios, los ultras propinaron empujones y profirieron fuertes gritos a todos ellos.
"Cientos, miles de personas obligadas a salir de un estadio para el que habían pagado una entrada, por respeto a un ajuste de cuentas entre delincuentes"; o "La Curva Nord obligó a todos los aficionados allí presentes, incluidos mujeres y niños, a abandonar la curva con gritos y empujones" son solo algunas de las declaraciones de los usuarios de las redes sociales, recopiladas por ‘SportFace’, en las que se reprueba este indigno comportamiento.
Este vergonzoso hecho es solamente uno más de la ya aceptada presencia de los ultras en todos los niveles del ‘Calcio’. Cuando un equipo cosecha resultados pobres, ya es casi una regla no escrita que los ultras irrumpirán en el campo de entrenamiento para "pedir explicaciones" (el eufemismo más trillado) a jugadores o entrenador. Así ocurrió a principios de mes, con el Bologna de Thiago Motta, desencadenando la tensión entre la plantilla y los ultras.
No obstante, las condenas a estos hechos son excepcionales. Es más, la sociedad tiende a aplaudir a los grupos ultras, no viendo (o mejor, no queriendo ver) sus oscuras bambalinas. La prueba de ello la dio el Ayuntamiento de Milán, nominando a la Curva Sud del Milan a los galardones ‘Ambrogini d’Oro’, máximo reconocimiento honorífico de la ciudad.
La realidad de los ultras está ahí, se quiera ver o no. Es cierto que representan una minoría de la afición, pero los hechos execrables que de vez en cuando protagonizan, véase la expulsión de todo el fondo norte de San Siro, son suficientes para plantear un cambio de paradigma. Todo sea por que los ultras no se hagan con el ‘Calcio’.