Un gol de Iago Aspas al filo del descanso, y otro de Sergi Guardiola, de penalti mediado el segundo tiempo, fueron la guinda a un partido que se pasó volando, que se jugó a un ritmo infernal, y que acabó con un merecido reparto de puntos.
Un empate no siempre es una buena noticia, pero siempre se puede sacar una lectura positiva de él. El Valladolid hará la suya, y el Celta, también.
Blanquivioletas y celestes nos brindaron un espectáculo pleno, al que le faltó quizá algo más de chispa de cara a gol. Aún así, nada hay que reprochar a unos y otros.
Sergio hizo una buena lectura del partido. Sabedor del juego del Celta, hizo a su Valladolid jugar en vertical, y sin dejar pensar, ni respirar siquiera, a su rival.
Eso provocó que el Celta estuviera muy incómodo casi todo el partido. Aún así, la posesión del balón fue, sobre todo, celeste. El Valladolid presionaba, robaba y contragolpeaba, con mayor o menor fortuna.
Las ocasiones no fueron numerosas, porque las defensas estuvieron en general bastante bien. Para ver la primera hubo que esperar al minuto 15, cuando Denis Suárez se plantó ante Roberto, pero un mal bote del balón hizo que rematase a la grada.
Dos minutos más tarde respondió el Valladolid. Toni Villa, que jugó por detrás de Guardiola casi todo el partido, logró salir airoso de la presión de tres rivales, se la dio al delantero centro y este perdió el mano a mano ante Iván Villar, quien mandó a corner el tiro.
Ahí vio el Celta cuál sería su filón, un despiste defensivo, un contragolpe bien hilvanado. Y así llegó el gol, cuando ya parecía que nos iríamos con el 0-0 al descanso.
De un robo que el Valladolid reclamó como falta sobre Rául Carnero, Iago Aspas cabalgó hasta llegar al área rival, y aunque pareciera que el balón se lo iban a robar, lo iba a perder, se lo iba a quitar Roberto y lo iba a dejar salir por línea de fondo, el '10' del Celta hizo su magia y obró un milagro.
Porque aunque todas esas cosas parecieron posibles de forma encadenada, él logró tirar a puerta sin ángulo y marcar un gol imposible. Un gol que mandó al Celta al descanso en ventaja. Ventaja merecida según a quien pregunte, claro está.
Tras el intermedio, el Valladolid jugó con energías renovadas. Agobió más si cabe al Celta, a quien ya no le quedó ni el recurso de la contra, porque recuperaba el Pucela a la mínima.
Sacrificó Sergio a Orellana, muy discreto hoy, y metió a Marcos André, con ganas de reivindicarse, y Óscar Plano, un acierto seguro, y la apuesta funcionó. Porque vivió el Valladolid sus mejores minutos del partido.
En una de las muchas ocasiones de peligro llegó el gol. Gol de penalti, cometido por Hugo Mallo sobre Kike Pérez, un penalti algo controvertido, pero que el VAR no pudo discutir, al haber contacto. Sergi Guardiola convirtió la pena máxima e igualó la contienda, a los 66 minutos de juego.
El Valladolid no bajó el ritmo tras el gol. De hecho, parecía decidido a buscar el segundo, pero este no llegó. Antes llegó el minuto 90, y con él la amarilla absurda del partido.
La vio Iago Aspas, quien amenazó con repetir su genialidad del alargue del primer tiempo. Se iba a la contra, y sintió un agarrón. Leve, que no le impidió correr, pero por el que el árbitro no pitó falta.
Sirvió para que su marcador le diera caza, y cuando lo hizo, Aspas frenó y agarró el balón. Y el árbitro pitó mano. El de Moaña no se lo creía. Y por sus protestas se ganó la amarilla.
Se salvó el Valladolid, pues tenía muy mala intención esa contra de Aspas, y bien pudo haber acabado de otra manera: en gol, en una roja...
No hubo tiempo para mucho más. Valladolid y Celta firmaron tablas. Los blanquivioletas suman dos puntos y los celestes, cinco. Y a pensar en el siguiente encuentro.