En las guerras, como en el fútbol, siempre hay un vencedor y un vencido, pero en esta batalla no. Dos vencedores y dos vencidos disputaron sobre el césped sus últimos partidos de fase de grupos. Los dos se marcharon con media sonrisa y media mueca torcida.
No era ningún secreto, lo que pasara en el Senegal-Colombia influiría notablemente en lo que se vería en Volvogrado. Polonia, con ganas de levantar su cabeza para mirar al Mundial a los ojos mientras se despedía, era una amenaza ante una Japón que, cabizbaja, sólamente pensaba en la clasificación.
Fuera como fuera, el equipo nipón quería estar en la fase final del torneo. Empezaba como líder de grupo, pero el café colombiano amenazaba con dar guerra. Y la dio, aunque el conflicto estalló bastante tarde.
Nada que perder y mucho que ganar
El contraste de ambiciones se dejó ver durante los 90 minutos. Polonia sólo buscaba darse un baño en Volvogrado para limpiarse la vergüenza con la que le rociaron las dos primeras jornadas. Por eso, pese a sus limitaciones, salió al ataque.
Con casi imposibilidad de sacar el balón jugado ante la presión japonesa, los polacos se basaron en el juego aéreo a balón parado. A Lewandowski ni se le vio, ni se le esperó. Ni siquiera se encontró su sombra por el césped. Por ahí seguirá, tapada por la de los dos o tres japoneses se turnaban para realizarle un agobiante marcaje.
Un gol para los dos
La primera mitad no tuvo demasiada historia gracias, en parte, al acierto de Fabianski y Kawashima. La emoción llegó a partir de la primera hora de partido, justo cuando Bednarek hizo de Lewandowski para firmar, al más puro estilo 'killer' de área, el primer y único tanto.
Tras él, las dos caras de Japón. Con Polonia replegada y cómoda para salir a la contra, los nipones se volcaron a la desesperada al ataque hasta que Yerry Mina, a poco menos de un cuarto de hora del final, adelantó a Colombia. El 0-1 que sufrían y que hasta ese momento les dejaban fuera se había convertido en oro puro a causa del gol 'cafetero'.
Con Polonia y su victoria asegurada, Japón se dedicó a matar el tiempo con pases insustanciales y faltos de intención. Con un ojo en el campo y el otro en el videomarcador, la agonía fue larga, pero el resultado acabó valiéndole a los dos. A uno para firmar su victoria más ácida y al otro, para encajar con orgullo la derrota más dulce.