Kiev completó el tablero. A un lado el Madrid, al que aún le tiemblan las piernas del susto que le dio el Bayern de Múnich. Al otro, el devastador Liverpool, que se permitió el lujo de ser remontado el Olímpico, de un 1-2 al 4-2 final. Nadie recordará eso en la final. Solo se verá al equipo que ama la Champions contra el equipo del que toda Europa se ha enamorado. Galácticos contra Beatles. Fútbol a cara descubierta.
La autopsia del partido es complicada. El Liverpool segó cualquier atisbo de miedo en la primera mitad, la Roma firmó en la segunda el resultado que le hubiera llevado a Kiev. Todo en una eliminatoria con 16 goles y un gran homenaje a esta competición. Que parecía cerrada en el 1-2 y que tras el cuarto de Nainggolan no tuvo pie para algo más de entretenimiento y épica.
Fue orgullosa la eliminación romana, al menos con el premio del triunfo. Se merecían al menos ese buen sabor final los de Di Francesco, tan frágiles en momentos clave como valientes para compensarlos.
Fue contundente la clasificación del Liverpool, que esta vez no necesitó al Faraón para ser feliz. El borrón de la derrota no empaña su inmaculada andadura, que osará romper la hegemonía blanca para recordar que el fútbol, en ocasiones, alumbra un nuevo David contra Goliath.
Inicio intenso
El partido se empezó a definir desde los errores. La Roma tenía que correr sobre la cornisa y resbaló a los 9 minutos. A Nainggolan le falló la mirilla en el pase, y eso solo significa una cosa: estampida del Liverpool. Condujo Firmino, definió Mané y Salah andaba por ahí por si acaso.
La energía de la Roma tuvo respuesta inmediata en un gol muy cómico. Lovren despejó para hacer un 'pin-ball' con la cara de Milner. Algo surrealista, pero necesario para que la eliminatoria recobrara algo de pulso.
Pero el vértigo de la remontada le volvió a jugar otra mala pasada. Un córner sin despeje acabó con dos cabezazos: uno hacia atrás de Dzeko, otro a las mallas de Wijnaldum. Segundo hachazo a la moral italiana.
Quedaba la remontada
Pero Di Francesco, que volvió a pulsar el interruptor del alma de sus jugadores, no permitó a los suyos bajar los brazos ni cuando las piernas se descordinaron. Fue Dzeko quien mantuvo el escudo bien pegado al pecho. La Champions ha rejuvenecido al bosnio, siempre acusado de frío. Tiró del equipo haciendo el 2-2, en un rechace de Karius, y apiló varias posteriores que rondaron el miedo inglés.
Con el partido enterrado, quién lo diría, llegaron dos goles, pero demasiado tarde. Nainggolan firmó ambos con dos obuses. Uno desde la frontal que dejó a Karius como pollo sin cabeza, otro desde el punto de penalti. Dos tantos desde la rabia de la tardanzaq. Era el tercer minuto de los tres añadidos.
No hubo tiempo ni para la última. Lloró la Roma, que había convertido el 1-2 en 4-2, festejó el Liverpool su primera derrota en Champions. Ambos honraron la competición.
Ahora solo existe el 26 de mayo. Que puede ser un canto al gol si la fiereza de Cristiano, las estampidas de la delantera 'red' y dos defensas poco consistentes se fusionan en los 90 minutos. El gesto contraído de Zidane, la sonrisa socarrona de Klopp, el temblor del suelo cuando ataca el Liverpool, el Ave Fénix blanco... Se avecina una bella final.