Lo que le sucede al Inter de Milán es muy difícil de explicar. Con una plantilla rebosante de estrellas, con un entrenador competente, tan pronto te hace un partido brillante como se pone en evidencia ante un rival sin nada en juego como ha sido este encuentro contra el PSV.
Trece minutos tardó el conjunto holandés en hacer gol. Ni un cuarto de hora había pasado, y el Inter ya estaba en el peor escenario de todos los posibles. Ya daba igual lo que hiciera el Tottenham en Barcelona, si el Inter perdía, sería tercero.
Se puso el Inter entonces el mono de trabajo, y empezó a dominar el partido con autoridad. El gol del 'Chucky' Lozano a pase de Bergwijn debía ser olvidado pronto. Había que marcar.
Dicho, pero no hecho. Aunque el Inter mejoró notablemente y se impuso en dominio a su rival y ocasiones, éstas no se convirtieron en gol hasta bien entrado el segundo tiempo.
Entonces apareció el de casi siempre, Mauro Icardi, para igualar el marcador a pase de Politano. Quedaba algo más de un cuarto de hora, y el Inter estaría en los octavos si todo seguía así, en Milán y en Barcelona.
Pero el segundo gol, el que hubiera dado algo de tranquilidad al conjunto interista, no llegó. En cambio, a cinco del final, el Giuseppe Meazza se silenció por un instante. Había empatado el Tottenham en el Camp Nou.
El empate a uno de allá invalidadaba el de acá. Debía el Inter lograr un gol en el tiempo restante. Un gol que no llegó y que condenó a los 'nerazzurri' a jugar la Europa League.