Esta sí es La Rosaleda. La Rosaleda en la que el Málaga sonríe. La Rosaleda en la que las jugadas salen. La Rosaleda en la que el Málaga gana, por segunda vez consecutiva. Triunfo muy importante de los de Pellicer ante un Sabadell que fue de más a menos para hacerse fuertes en casa y encarrilar la permanencia.
Los de Antonio Hidalgo pasaron de ser los más insistentes arriba y los más seguros atrás a diluirse. En un principio, Juan Hernández, Stoichkov y Víctor García poblaban el área local e iban poniendo a prueba a Juan Soriano, correcto en sus respuestas. Atrás, festival de despejes de cabeza a las repetitivas intentonas rivales.
Ya en la segunda mitad, el dominio fue tomando color blanquiazul y la propuesta que lo acompañaba dejó atrás tanto balón colgado que quedaba en nada para buscarle las cosquillas, y encontrándoselas, de otras formas, a la defensa catalana. Joaquín, trascendental para conseguirlo: era un puñal por su banda.
Suya fue la asistencia del primer gol del encuentro, que llegó en el minuto 62. Se coló hasta la cocina de los dominios de Mackay, hasta el momento protagonista de unas cuantas paradas de muchísimo mérito, le sirvió una bola alta a Luis Muñoz y este la mandó a la red con la testa.
El tanto del '8' fue un premio a un partidazo por su parte. Seguro en el pase, cada vez exhibiendo más un arsenal ofensivo que da la sensación de que nunca ha sido central, fue la brújula del Málaga. Y su goleador: a falta de Chavarría, lesionado de gravedad, y con un Caye al que Mackay, vuelo sin motor, le negó al balcón del descanso el tanto, él se encargó de dejar los puntos en casa.
El triunfo malaguista es de lectura alegre: fortalece La Rosaleda, garantiza tranquilidad en la tabla y hasta acabó resolviéndose por una ventaja mayor. Ángel fue a despejar una pelota en su área en el tiempo añadido, pero le pegó una patada sin querer a Luis Muñoz en la espalda y cometió así un penalti muy dudoso que sirvió para que el '8' hiciera doblete desde los once metros y pusiera el 2-0 definitivo.
La derrota del Sabadell rezuma impotencia. El equipo no fue capaz de mantener un buen inicio, se encomendó quizá demasiado a Mackay y, si bien encontró su última bala en Ángel y en algunas llegadas sobre la bocina que repelió Soriano, queda como delimitador del descenso.