Se ha dicho una y mil veces, pero a veces se necesita recordarlo. El fútbol va de goles. Sin estos, parece que nada de lo que pase antes ni después tiene demasiado valor. Y si no, que se lo digan a Marcelo Bielsa.
Su equipo es uno de los que más espectáculo da en las grandes ligas. Marca y recibe con esa asiduidad que tanto le gusta al espectador neutro. Ataques, ritmo alto y una buena ración de improvisación y espontaneidad suelen ser el menú que acompaña a sus encuentros.
Este viernes, el rival del Leeds bien podía ubicarse en el extremo contrario. Nuno y sus Wolves presumen de austeridad, con partidos con pocos goles, un ritmo menor e intentando que haya el menos espacio posible para lo que no esté en los planes.
Suele gustar más lo primero, aunque lo que realmente encanta a todos es ganar. Y eso es lo que hizo el equipo local, que se mostró algo mejor en el inicio, con dos buenas acciones de Meslier para evitar el gol, pero que pasó apuros en su área, especialmente en la segunda mitad.
Tras el 0-0 con el que se llegó al descanso, el Leeds salió mejor de vestuarios. De hecho, tuvo dos cabezazos seguidos y a bocajarro en el área que murieron en las manos de Rui Patricio, el primero, y en la cabeza de un defensor, el segundo.
Pero los Wolves no perdonaron en la mejor que tuvieron. Adama Traoré arrancó la moto, se plantó a unos 25 metros de la portería y sacó un zapatazo que se estrelló en el larguero. La suerte le sonrió al español, ya que la bola acabó dentro tras dar en la espalda de Meslier.
Los de Bielsa se volcaron para buscar el empate, pero Bamford falló un mano a mano ante Rui Patricio y posteriormente, cuando acertó, el tanto fue invalidado por fuera de juego. El meta luso dejó una buena parada con el cuerpo a otro remate cercano y alguna buena mano hasta que el colegiado señaló el final.
Los locales suman su segunda victoria seguida y diez puntos de los últimos 12 para colocarse undécimos, mientras que los 'whites' bajan a la duodécima plaza con 32.