El último partido de los españoles en los octavos de final de la Champions League no borró la imagen pobre que han dejado los equipos de LaLiga en Europa durante este mes. El Real Madrid dispuso de más de una hora superioridad ante un Atalanta entregado a defender el 0-0, pero solo un latigazo de Ferland Mendy logró acabar con la resistencia de los de Gasperini. La eliminatoria, aunque encarrilada, vuelve viva a la capital de España ante un equipo que no dudará en quemarse a lo bonzo si es preciso en Valdebebas.
El apasionante choque de Bérgamo, en el que se esperaban goles y fútbol vertical, quedó herido de muerte por la polémica decisión de Stieler a los 17 minutos. El Madrid, que había salido con Isco como 'falso nueve' en una controvertida decisión que a Zidane le salió bien, encontró huecos en la alegre zaga del Atalanta. Vinicius vio a Mendy, que se colaba solo y fue trabado por Freuler antes de que entrara en el área. La jugada le costó una polémica roja al interior del conjunto italiano y marcó una eliminatoria que había arrancado igualada y en la que, eso sí, se empezaba a jugar a lo que habían imaginado los 'merengues'.
Al Atalanta todo le salió mal. Quiso rectificar Gasperini, que pensó en meter a Pasalic enseguida pero finalmente optó por mantener a Zapata y Muriel para que fijaran a la defensa blanca. Al fin y al cabo, el centro del campo es un lugar de paso para los de Bérgamo, así que por qué no mantener la idea inicial y poner un acento mayor en las coberturas. Pero Zapata se lesionó y el plan de los italianos cambió. Pasalic reforzó el centro del campo, la idea pasó a ser defender el 0-0 y Muriel apenas tuvo balones para seguir explotando su impresionante momento de forma.
Mandar por obligación
Tampoco hubo mucho peligro en el Real Madrid, que parecía abandonado a su suerte por jugar sin '9' y en el que los jugadores ya estaban barruntando la justificación a un posible empate sin goles. Solo Casemiro, que ha tomado el relevo de Sergio Ramos en las acciones a balón parado, estuvo cerca del tanto en una primera mitad que se cerró con intentos de poca fe de los blancos, remarcados por la lentitud en la toma de decisiones de un Vinicius que volvió a decepcionar.
Los blancos mandaban más por obligación que por fútbol. Kroos se cansó de dar pases a un lado y a otro sin apenas rédito. Modric fue el que más cerca estuvo del gol con un chut con el exterior que se coló entre un bosque de piernas y salió rozando el palo de la meta de un aliviado Gollini que ni lo había visto.
Los tiros desde lejos después de una posesión larguísima eran los únicos argumentos de los de Zidane, a pesar de que el Atalanta prácticamente no oponía resistencia. Los de Gasperini lo seguían fiando todo a la igualada sin goles y por eso Ilicic, en deplorable estado de forma, sustituyó a un Muriel que se fue lívido después de no poder pisar área ni una vez en todo el partido.
El partido del esloveno desesperó a Gasperini, que le retiró a la media hora de juego. Tras varias broncas, el italiano sustituyó al que fuera su estrella junto a 'Papu' Gómez en la pasada campaña y que ahora parece una sombra del futbolista que maravilló en la eliminatoria de octavos de 2020.
Tampoco acabó muy contento Zidane con la falta de contundencia de Vinicius y, pese a que el equipo necesitaba un gol, el brasileño fue el primer cambio tras enviar al limbo un remate en el área pequeña en el que lo más difícil era no marcar. Mariano, que parecía el hombre idóneo para desatascar el choque, saltó al campo aún con la decepción de la suplencia y no aportó nada.
Tras varios intentos tímidos y casi por cubrir el expediente de Kroos y Modric, el Atalanta vio el trabajo hecho algo pronto. Gasperini cometió un pecado que un técnico no debe cometer a este nivel. Doble cambio en el único córner que el Real Madrid fue capaz de forzar en la zona caliente del encuentro. Saque en corto, balón a Mendy y chut desde lejísimos del francés que se tragó Gollini y que dio un triunfo de oro a los blancos en Italia.
Gran botín para los de Zidane teniendo en cuenta los condicionantes en forma de bajas, pero también envenenado, pues llegó ante un conjunto que tuvo que cambiar su planteamiento, no mira si juega en casa o fuera a la hora de atacar y planteará la vuelta, en el Di Stéfano, como una auténtica final. Las mismas que los de Bérgamo tuvieron que afrontar tanto en Anfield como en Ámsterdam cuando estaban casi eliminados y que les llevó a estos octavos de final. A juzgar por los resultados de ambos partidos, sobre todo por el de Anfield (0-2), el Madrid no se debe confiar.