El gol del cojo. Muchas veces se invoca, pocas se ve. Consiste en que un jugador lesionado marque. Y el Atlético de Madrid, que completó un partido pluscuamperfecto, también le puso ese broche al asalto a Anfield. Lo firmó Morata.
Había entrado el delantero en el minuto 103 y solo cinco después hizo saltar las alarmas porque daba evidentes cojetadas. Pero aguantó para no dejar al equipo con diez, con el 2-2 que Marcos Llorente había puesto ya en el electrónico.
Quería seguir, aunque fuera un bulto, para apagar la reacción final del Liverpool. Y lo hizo en el minuto 119, en la esquina, forzando un córner que le daba un buen bocado al cronómetro y una tregua a los suyos.
Y también pudo forzar una falta. Pero quedaba lo mejor. Con los de Klopp volcados en el ataque, Llorente, en su gran noche, le dio un balón en largo a la espalda de Joe Gomez, y Morata salió corriendo como pudo. Le dio para plantarse en el área y para completar un tiro con las fuerzas que pudo reunir.
Y como no era el día de Adrián, algo blando en los dos tantos previos, también encontró la suerte del gol. El gol del cojo. Ya no hacía falta para pasar a cuartos de final, pero permitió incluso poner la guinda con el triunfo donde pocos lo hacen.