Tiene ese carácter especial, puro y único. Bajo el rostro serio de José Mourinho hay un amante del fútbol que volvió a subir al cielo de Europa al devolver la felicidad a Roma y al Olímpico. Porque la temporada no ha sido fácil y hasta derramó lágrimas. Mou siente, Mou vive, Mou vuelve a ser 'The Special One'.
Su nombre y el de la Roma pasarán a la historia por ser el primer equipo en levantar la Conference League en su año del debut como tercer torneo europeo. La Roma y el portugués entendieron que podía ser un año bonito y que había mimbres para optar al título, aunque para ello sudaron sangre.
En el trayecto a la gloria ya tuvieron muchos penas, como la bochornosa derrota ante el Bodo/Glimt y las rajadas de un Mourinho que no se escondió y que llegó a decir que su equipo no valía, que no había lo que había que tener.
Pero Mourinho tiene su magia en Italia. Esa esencia no se ha perdido. Es y sigue siendo el último entrenador en ganar un título europeo con un equipo de la Serie A. Y dirán que será poco. Mou tuvo que caminar prácticamente como un zombie por Europa hasta que se dio cuenta de que tenía que regresar a Italia para volver a poner su nombre en valor, en lo más alto.
Desde la Champions que ganó con el Inter en 2010 no ha habido nadie que haya sido capaz de reinar en Europa. Hasta este miércoles 25 de mayo.
La final fue de menos a más. La primera parte fue para salir a la puerta del bar y echar unas pipas. Mucho miedo al fallo y pocas ocasiones. Hasta que el error llamó al error. Así es esto.
Mkhitaryan tuvo la peor suerte de todas porque se rompió y tuvo que abandonar el terreno de juego a las primeras de cambio y no fue hasta la primera media hora cuando la Roma aprovechó lo que fue un fallo defensivo.
Trauner no calculó bien, saltó, no despejó y Zaniolo le cogió la espalda. El de la Roma hizo un control perfecto orientado y con un toque lleno de sutileza y mimo la mandó a guarda a la red por el palo corto.
Ahí empezó a despertar la final y Kökçü hizo el primer disparo del Feyenoord cuando los jugadores estaban pensando más en el paso por los vestuarios que en otra cosa.
El Feyenoord fue otro en la segunda mitad
La final fue otra. Todo cambió. El Feyenoord cambió el 'chip' y decidió volcarse para ir a tumba abierta. Mancini estuvo a punto de marcar en propia puerta porque golpeó el balón en el área e impactó poco después en el palo. Además, Guus Til aprovechó el remate e hizo intervenir a Rui Patricio.
Al final, el meta de la Roma tuvo más trabajo. Malacia lo hizo volar y en apenas cinco minutos hizo más el conjunto neerlandés que en todo el primer tiempo.
El Feyeenord soltó piernas y jugó más relajado, aunque la Roma supo darle la pausa necesaria y encontrar la forma de meterle ese miedo a su rival por el segundo tanto, el de la sentencia, que casi llega de no ser por Bijlow. El meta rechazó un fuerte disparo de Veretout que dio en un compañero y lo complicó todo.
En la recta final, la Roma achicó como pudo durante unos minutos hasta que Pellegrini tuvo en sus botas el cierre de la final, si bien se encontró con un Bijlow que no quería bajar los brazos aún. Y todavía faltaba lo mejor.
La Roma se libró de la prórroga porque Linssen no estuvo todo lo atento que hizo falta para cazar un balón que le llovió en el área y remató al aire cuando lo tenía todo para fusilar a Rui Patricio. A la Roma le salió todo en una noche de lo más 'Special'.