Muniain, Nico Williams y el acoso y derribo que acabó con el Barça

El gran partido con el que el Athletic se clasificó para unos cuartos de final de Copa en los que ya sabe que recibirá al Real Madrid, un 3-2 tras prórroga en el que tuvo que adelantarse hasta tres veces para doblegar al Barcelona en San Mamés, dejó para el recuerdo la magia de Iker Muniain y el desborde de Nico Williams, la última perla salida de la cantera de Lezama.

Fueron las grandes estrellas de un partidazo a la altura de un duelo como es el 'Clásico' de la competición, un choque que quedará en la memoria de los seguidores bilbaínos, que vivieron una noche que no olvidarán.

No lo hará seguro Marcelino García Toral, ansioso por una cita así y feliz y exultante después de una jornada que colmó y, de largo, sus confesadas altas expectativas.

La afición rojiblanca espera que sea asimismo inolvidable el partido de dentro de dos semanas ante el Madrid en La Catedral, aunque el equipo blanco ya ha frustrado a los rojiblancos tres veces esta temporada. La última, en Arabia Saudí, en la final de la Supercopa (0-2).

También lo hizo en el Santiago Bernabeú (1-0) a pesar de la tromba de ocasiones de los de Marcelino García Toral, y en San Mamés (1-2), con un inicio fulgurante de los de Carlo Ancelotti.

Pero a ese cuarto Athletic-Real Madrid del curso, los aficionados vascos acudirán con el regusto del recital de su capitán, Muniain, y su nueva e ilusionante promesa, Nico Williams, fresco en la memoria.

La magia de Muniain

Aunque lleva ya 13 temporadas, 380 partidos disputados y su mejor época quizás fue la de su irrupción, el genio de La Txantrea, aun con 29 años recién cumplidos, probablemente completase ante el Barça su mejor partido como 'león'.

Fue un pulso en el que Muniain dominó los tiempos, las pausas y las aceleraciones, como acostumbra en sus mejores días, y, además, sumó goles. El primero fue una 'delicatessen' que todo futbolista sueña con firmar: un chut con efecto al segundo palo imposible para el portero, tras un control exquisito.

Con el segundo, demostró su entereza para dar el billete a su equipo en una jugada en la que un lanzador, si además no es habitual, tiene mucho más que perder que ganar: un penalti. En el que engañó a Marc-André Ter Stegen, que no es poca cosa.

El desborde de Nico

El pequeño de los Williams fue precisamente el principal aliado de su capitán en la labor de acoso y derribo al Barça. Nico mostró su extraordinaria velocidad ya en su primera carrera ganando a Jordi Alba -otra bala- en un duelo en el que partió en desventaja.

Ahí, de ese pase recibido de Dani García y su posterior centro, nació el primer gol y, a partir de entonces, cada vez que cogía el balón, la defensa visitante entraba en pánico. Nico tiene una velocidad parecida a la de su hermano, desborde con las dos piernas, centra bien y define con cierta autoridad cuando tiene la ocasión.

Ingredientes que auguran un jugador estimable, aunque aún por confirmarse. Pero lleva camino. Para empezar, ya es jugador de la primera plantilla bilbaína de pleno derecho y todo hace indicar que su titularidad es inaplazable.

No obstante, a pesar de su indudable protagonismo, no se quedó en las grandes actuaciones de Muniain y Nico el mérito de eliminar a un Barça que dio más guerra en el marcador que en el juego. El 3-2 final fue producto de una labor coral con todas las piezas rojiblancas a gran nivel.

El que esperan repetir ante un Madrid inaccesible esta temporada tras los tres primeros intentos. ¿A la cuarta será la vencida? Con magia así de Muniain y el desborde de Nico, tendrán más opciones.