Descorchado. Sin complejos. El Málaga consiguió encadenar la segunda victoria consecutiva después de vencer a uno de los equipos más en forma de la categoría. Los blanquiazules mostraron un despliegue de juego ofensivo que nunca antes se había visto en la presente temporada.
El cuadro andaluz mostró una nueva versión con un Daniel Pacheco desatado por la banda izquierda, con Sadiku peleándose con cualquier rival que se cruzara y con un Keidi Bare multiplicándose sobre el verde de La Rosaleda.
Los de Javi Rozada viajaron hasta la Costa del Sol después de conseguir once puntos de 15 posibles en los últimos cinco encuentros, lo que le permitió al combinado asturiano quitarse la etiqueta de 'farolillo rojo' de la clasificación. Sin embargo, no se vio nada de este nuevo equipo ante los malaguistas.
Lolo González y Alfredo Ortuño fueron de los más destacados en los primeros 45 minutos, pero desaparecieron tras la reanudación. El único que dio la talla fue Nereo Champagne, que consiguió mantener la portería a cero hasta la segunda parte.
Y no le resultó nada fácil, ya que tuvo que emplearse a fondo en las numerosas ocasiones que tuvieron los blanquiazules, pero sucumbió en el minuto 55. Antoñín tiró de casta y coraje para buscar el hueco en el corazón del área y estrenar el marcador.
Pocos minutos después, Adrián aumentó la distancia desde los once metros después de una pena máxima, cuanto menos, discutible. Estuvo a punto de detenerlo Champagne, pero el cuero terminó marchándose a las mallas.
Con el resultado a favor, el Málaga se relajó y un error de Munir al intentar atrapar un balón llovido le dio la oportunidad a Ibra Baldé de colocar el 2-1 y meter el miedo en la grada de La Rosaleda.
El cuadro andaluz volvió a sufrir en el tramo final del encuentro, pero consiguió la primera victoria delante de sus aficionados, la segunda de manera consecutiva y la tercera de la temporada. En el Oviedo, lo más preocupante no fue la derrota, sino la imagen mostrada sobre el terreno de juego.