Mohamed Salah se las prometía muy felices después de una campaña histórica. Logró alzarse con la Champions League en un Liverpool que acabó la temporada como un tiro y se quedó a un paso de conquistar también la Premier League.
Como la resolución del torneo europeo tuvo lugar después de la del campeonato liguero, Salah llegó a la Copa África lanzado. Egipto jugaba en casa y quería quitarse la espinita de la última vez que se disputó el campeonato, cuando los egipcios perdieron la final ante Camerún.
Ni el hecho de contar con un país entero volcado con la Selección pudo evitar otro fracaso de Salah, que ya acumuló uno de grandes dimensiones en el pasado Mundial de Rusia.
La eliminación ante Sudáfrica, con el país dividido después de la polémica por la expulsión y readmisión de Warda, provocó un cataclismo en la Federación, donde hubo dimisiones en masa, y acabó con el periplo de Javier Aguirre al frente de la Selección Egipcia.
Prácticamente un mes después de pasear su título europeo por todo Egipto, Salah despertó de manera abrupta de un nuevo sueño, que tornó en pesadilla después de una Copa África en la que Egipto, pese a ser local, no ha terminado de sentirse cómoda.
Para colmo, la eliminación aleja un Balón de Oro que parecía más cercano que nunca tras la conquista de la Champions League. Tiempo de vacaciones y para reflexionar de un Salah al que la temporada se le terminó haciendo algo larga en su propio país.