Racistas, xenófobos, de ideología neonazi y expertos en el combate urbano. Así son los ultras más radicales del Spartak, una banda de descerebrados ultraviolentos que utiliza el fútbol como excusa para hacer un turismo muy particular.
Su 'modus vivendi' consiste en viajar con el que dicen que es su equipo y sembrar el caos y el terror por las calles de toda localidad en la que toque jugar. Y en esta ocasión fue Bilbao.
La hinchada del Spartak, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en refugio de, como se dice, lo peor de cada casa. Su largo historial de violencia se pierde en el tiempo.
No contentos con ser el terror de la Liga Rusa, han exportado su triste modo de entender el fútbol a Europa. Lo extraño es que conociéndoles, teniéndoles fichados, no solo sigan haciéndolo, sino que se les permita abandonar Rusia.
En los disturbios de Bilbao falleció un agente de la Ertzaintza, la policía autonómica vasca, y este lamentable y condenable incidente quizá sea lo que haga despertar de una vez por todas a la autoridad competente que evite que estos salvajes vuelvan a campar a sus anchas por las ciudades europeas.
Porque no son hinchas de fútbol. Ni siquiera ultras. No están aquí por el deporte, solo les mueve el afán por hacer daño al prójimo, porque no comparte sus ideas, porque le ven inferior. Y esta lacra debería erradicarse no ya de los estadios de fútbol y sus alrededores, sino de toda la sociedad.