El Valladolid es uno de los pocos equipos, de Primera o Segunda, que a estas alturas del año todavía no había disfrutado de un penalti a favor. Tuvo que ser en la Copa cuando por fin los de Pacheta pudieron lanzar su primera pena máxima del curso.
Era el primer penalti a favor del Valladolid en toda la temporada. Estaba escamado el equipo, porque siendo uno de los más ofensivos de Segunda, era uno de los cuatro que todavía no había podido lanzar uno (los otros son Ibiza, Amorebieta y Sporting).
Esa mala racha se rompió ante el modesto Marchamalo en la Copa del Rey, pero hasta el aficionado blanquivioleta más acérrimo recibió el premio con amargura. Porque no fue exactamente lo que se entiende como un 'penaltazo'.
Toni Villa desbordó a su marcador en el lateral del área y encaró la línea de fondo. Sobre el borde de la zona de castigo su par le cargó con el hombro, Toni metió el pie en su trayectoria y puso la espalda, y cayó.
El colegiado, sin dudar demasiado, pitó penalti. Los jugadores del Marchamalo estaban atónitos, porque era casi el 90' y sentían que su sueño de forzar la prórroga, y quién sabe si los penaltis, se esfumaba.
Fue un penalti cuestionable. Porque Toni Villa hizo todo lo posible para forzarlo. Y aunque haya a quien no le pareciera tal, parece complicado que, en caso de haber habido VAR, este no hubiera corroborado la decisión arbitral, siempre y cuando el empujón se produjera dentro del área, claro está.
Porque contacto, hubo. Eso es innegable. Contacto que forzó el futbolista blanquivioleta, y que tuvo como premio una victoria que a todos sus aficionados hubiera gustado obtener por otro modo.