El Barça logró un triunfo de mucho prestigio este miércoles en el Parque de los Príncipes. No tanto por el peso en sí del 2-3, mucho menos preciado que hace años sin la regla de los goles fuera de casa, como sí por la losa que se quitaron de encima los 'culés' con la victoria. En 90 minutos, el Barcelona pasó de ser la cenicienta de Europa a un aspirante a todo. Los que se daban con un canto en los dientes por haber vuelto a los cuartos de final ya empezaban a hacer cábalas para volver a una final de Champions que ya se encuentra a solo 3 partidos.
Los azulgranas no solo lograron su segundo triunfo histórico en la capital francesa, también borraron las decepciones recientes fuera de casa en los grandes estadios de la Champions. Desde el 4-0 encajado en Anfield en 2019, el Barcelona había convertido en su día a día los revolcones europeos lejos de su feudo. Del traumático 2-8 contra el Bayern al 3-0 frente al Benfica, otro 3-0 y un 2-0 ante el equipo bávaro e incluso el 1-0 en Milán contra el Inter que le costó la eliminación a los de Xavi en la fase de grupos de la pasada edición.
El último triunfo en París había sido el inolvidable 1-3 conseguido por Luis Enrique en el camino al triplete de 2015. Desde entonces, el también recordado 4-0 que dio pie a la remontada por 6-1 en 2017 y el 1-1 de 2021 con Koeman en un partido en el que los azulgranas dejaron buena imagen después de haber sido arrollados en la ida en el Camp Nou.
Xavi, más allá de un triunfo con el que sacar pecho, continuó enderezando su historial europeo, todavía maltrecho por los malos resultados de sus primeras experiencias como preparador en la competición. Con la de este miércoles, el preparador catalán ha conseguido 8 victorias en la máxima competición de clubes (47.06%), por los 3 empates (17.65%) y 6 derrotas (35.29%) que todavía lastran su currículum.
El estilo, para Lucho; la victoria, para Xavi
En el debate del Día de la Marmota en 'can Barça', llevado a la máxima expresión antes del partido por tener Luis Enrique también un pasado 'culé', ganó como había anticipado en rueda de prensa el asturiano. El PSG tuvo más el balón (58% a 42%), tiró más (18 a 15) e incluso forzó más saques de esquina (4-3) que el Barcelona. Vivió durante muchos minutos cerca del área de un equipo azulgrana que no sufrió en unos compases finales en los que los de Xavi se dieron el lujo de defender con el balón lejos de su portería.
El técnico catalán convirtió a Robert Lewandowski en figura crucial en un primer tiempo en el que el polaco, redivivo en París, superó de forma redundante a un demasiado tierno Lucas Beraldo. En defensa, las ayudas defensivas redujeron a la mínima expresión a Mbappé, al tiempo que Joao Cancelo controló a la perfección a Dembélé en el otro costado. Sin un delantero centro fijo al que cubrir, Cubarsí y Ronald Araujo pudieron preocuparse más de ayudar a los laterales que de fijar su posición. Ahí estuvo el éxito azulgrana en unos primeros 45 minutos que tuvieron también como gran protragonista a un Raphinha imponente a la hora de jugar al espacio.
Y es que esa fue otra de las virtudes del Barça. Que no jugó excesivamente al pie en el Parque de los Príncipes. La posición de Lamine Yamal a la espalda de Nuno Mendes fue otro gran acierto del de Terrassa, que tardó en reaccionar en el segundo tiempo, cuando Luis Enrique rectificó la posición de Dembélé y le hizo aparecer con más peligro por el centro e incluso por la banda contraria con la entrada de Barcola. El joven extremo también aumentó la presión sobre Joao Cancelo e incluso provocó algunos errores de Cubarsí con su movilidad, pero los 'culés' lograron ajustar rápido también por esa zona.
De cualquier forma, la reacción del PSG se quedó en fuegos de artificio y, pese a que el Barça vivió en el alambre tras encajar el 2-1, los cambios volvieron a recompensar la valentía de Xavi. El entrenador azulgrana recuperó el mando en el centro del campo con la entrada de Pedri por un Sergi Roberto que se había cansado de trabajar y, ya con el físico mucho más igualado entre ambos clubes por el cansancio, la figura de Gündogan emergió para edificar el éxito azulgrana.
El Barça, en definitiva, no tuvo el balón por tenerlo en París. Ni se regaló con una defensa adelantadísima como había hecho en la final de la Supercopa de España contra el Real Madrid. Y luego, a Xavi le salió todo rodado en lo que a decisiones desde el banquillo se refiere. Pedri dio la asistencia del 2-2 y Christensen, que se perderá la vuelta al igual que el capitán del Barcelona, cabeceó el 2-3 en un saque de esquina en lo que fue su primera aparición en el encuentro tras reemplazar a un De Jong de mayor trabajo que brillo en París.
El triunfo, por supuesto, no supone ninguna sentencia para la vuelta, pero sí que ha subido la moral a un equipo que la tenía por los suelos después de sus últimas apariciones europeas. También a Xavi, que vuelve a salir reforzado una vez más después de anunciar su marcha. Este éxito, por cierto, reabre el debate de la posible continuidad del de Terrassa, que ya no es tan mal vista por gran parte de una afición azulgrana que vuelve a sacar pecho después de la primera gran noche europea en el último lustro.