Reinildo Mandava, el atlético que no sabía que lo sería

Reinildo Mandava es un luchador, y eso gusta en el Atlético de Madrid. No ha tenido una vida fácil, pero siempre, sin escatimar esfuerzos, ha luchado para abrirse paso hasta el éxito. Auténtico 'ADN atlético'.
Hace unas semanas pocos sabían de él. De hecho, a día de hoy, con su fichaje confirmado, ni sus propios compañeros pueden decir nada de él.
Reinildo es uno de esos jugadores que ha logrado llegar a la élite sin hacer ruido. De Mozambique a LaLiga con paradas en Portugal y Francia.
Nunca lo ha tenido fácil. "Nací en una familia muy pobre. No necesariamente tenía qué comer ni dónde dormir. No tenía nada y viajaba largas distancias a pie. Eso desarrolló mi voluntad de alcanzar mis sueños", explicó, en una reciente entrevista concedida a 'France Football'.
"Mi familia estaba empapada en fútbol. Mi madre no trabajaba y mi padre fue jugador y luego entrenador. Mi hermana también jugaba", recordó, a su vez, en otra entrevista, esta a la web del Lille.
Su padre fue su peor crítico. Como ex futbolista, aspiraba a que su hijo se convirtiera en profesional, pero el pequeño Reinildo siempre respondió a esa presión con trabajo y resultados.
Pero esa figura crítica y a la vez motivadora desapareció cuando nuestro protagonista tenía apenas once años. La muerte de su padre le marcó, como es lógico, y más a tan tierna edad, pero a Reinildo le hizo marcarse un objetivo: triunfar en el fútbol, porque nada le haría estar más orgulloso a su difunto padre.
Su carrera empezó a despegar. Comenzó a labrarse un nombre en su Mozambique natal, y en 2012 recibió su primera convocatoria de la Selección. Tenía 18 años.
Del Ferroviário da Beira pasó al Benfica en 2015, pero aquel traspaso, que estaba llamado a catapultar su carrera, vino precedido de otra tragedia: el fallecimiento de su madre.
Quizá por eso su paso por el club encarnado de Lisboa no fue tan exitoso como de él se esperaba. De hecho, lo abandonó sin siquiera debutar, y apenas jugó un partido en Segunda con el filial.
Dos cesiones, a Fafe y Sporting Covilha, y un traspaso al Belenenses, donde jugó una temporada, y con el que por fin pudo estrenarse en Primera.
Su buen hacer llamó la atención de uno de los clubes más particulares de Francia, el Lille. Los 'dogos' obtuvieron su cesión en enero de 2019, y gustó tanto que se quedaron con él en propiedad al verano siguiente por tres millones de euros.
En el Lille, por fin, su carrera despegó. La gloria le llegó tarde, pero le llegó. Se proclamó campeón de Liga y de la Supercopa de Francia. Y entonces apareció el Atlético de Madrid en su vida.
Un club que, a la vista de lo que ha sido su carrera, plagada de palos en las ruedas, de traspiés y fracasos, de reveses y alguna que otra alegría, parecía hecho a su medida.
Un club que le tenía atado a coste cero para el siguiente curso, pero que vio en él al jugador que tanto necesitaba, lo que le llevó a negociar hasta las últimas horas del mercado invernal para convencer al Lille de su traspaso.