Cuando Roberto Fernández estaba embriagado por sentirse el ídolo de una ciudad, declaró que se quedaría en ella en caso de conseguir el ascenso. No cumplió su palabra. Es comprensible: el Sporting de Braga le ofreció un contrato de cinco temporadas para viabilizar su carrera profesional y ubicarla en una liga emergente. También es razonable, eso sí, el desencanto de la afición del Málaga, con el que anotó 20 goles en 40 partidos para impulsar su ascenso a Segunda División.
El acuerdo con los portugueses dejó 1.8 millones de euros garantizados para las arcas de Martiricos, pero no minutos para su ya exdelantero. En sus primeras semanas en suelo luso, tan solo ha sido titular en un encuentro, el que enfrentó a los suyos con el Servette en la ida de su eliminatoria por la fase previa de la Europa League. Por lo demás, fue relegado al banquillo en los tres otros compromisos -contra el Maccabi Petah Tikva en lo continental y el Estrela da Amadora en lo doméstico-.
El asunto es que acaba de cambiar de jefe. Aunque Daniel Sousa había sido rubricado este mismo verano como nuevo entrenador, la directiva le despidió tras un 0-0 en la ida de la hermana menor de la Champions frente al Servette y un 1-1 en el campeonato troncal. En la prensa cercana a la situación, se alude a que el técnico quería ser muy autónomo en sus decisiones, es decir, sin contar demasiado con la opinión de la directiva, así que esta optó por destituirle y cambiarle por Carlos Carvalhal.
De cara a la vuelta en Ginebra, se conjetura con cuál puede ser el once inicial en su debut. Ahí es donde entra Roberto Fernández. Por un lado, no consiguió marcar a pesar de salir de inicio en la cita inicial contra los suizos. Por el otro, tampoco hubo mejores prestaciones de Amine El Ouazzani, su rival por el puesto de delantero titular, en el 1-1 ante el Estrela da Amadora. Todo está sujeto a lo que el estratega haya estudiado estos días en la Ciudad Deportiva.
August 14, 2024