El miedo escénico era el gran enemigo de Italia. Favorita al torneo, el hecho de abrir la Eurocopa, con la obligación de ganar y encima en el Olímpico de Roma podía suponer una losa mental para el cuadro de Roberto Mancini. Nada más lejos de la realidad. La 'Azzurra' demostró sobre el césped los motivos por los que aparece en todas las quinielas de favoritos y superó de manera plácida por 0-3 a una Turquía que no fue rival para la cuatro veces campeona del mundo.
La única duda es saber si el gran dominio que mostró el combinado transalpino en su capital fue más por méritos propios o por deméritos de un conjunto otomano que casi no hizo acto de presencia en el duelo. Se presentó en el estadio para encerrarse y verlas venir. Una apuesta mezquina y arriesgada que tuvo el premio merecido de la derrota.
Desde el pitido inicial, Italia se hizo dueña del esférico ante un equipo turco que tenía en mente tres cosas: replegar, recular y rezar. Una 'triple R' que no dio resultado en ningún momento. Solo la falta de mordiente en el primer tiempo permitió a los de Senol Günes llegar vivos y con un 0-0 inmerecido al descanso del encuentro.
Una muralla con fecha de caducidad
Y es que aunque el dominio era transalpino, el cuadro de Mancini se estrellaba una y otra vez con el muro otomano. Algo que pudo llegar a frustar a una Italia obcecada en los primeros compases en atacar por dentro, pero cuando comenzó a abrir el campo y a descolocar a la zaga turco todo cambió para bien del equipo que, aunque visitante de manera oficial, jugaba en casa.
En los primeros 45 minutos no hubo goles, pero Chiellini tuvo en su cabeza la posibilidad de poner el 0-1. El veteranísimo zaguero, eterno símbolo de la Juventus, remató completamente solo un saque de esquina en el interior del área. Sin embargo, una gran mano de Çakir evitó el tanto. En el tramo final del primer acto, Italia reclamó un posible penalti por una mano clara de Celik, pero el colegiado Danny Makkelie y el VAR no consideraron que fuera merecedora de pena máxima.
Con este panorama, la segunda parte no daba visos de ser muy distinta y el guion continuó siendo el mismo. Solamente un gol podría cambiar esto. Si era de Italia, el mismo podría obligar a Turquía a asumir riesgos o desmoralizarla. Si era de Turquía, el cuadro transalpino tendría que atacar con todo para darle la vuelta al marcador.
Y Demiral desencadenó la fiesta
Haciendo caso a la lógica vista durante todo el choque, el gol llegó a favor de Italia. El mismo llegó en el minuto 53 tras una gran jugada por banda derecha de Berardi que Demiral, en su intento desesperado de despejar para evitar el remate en boca de gol de Immobile, culminó con un tanto en propia puerta con el que murió totalmente el partido.
Desde ese momento, sin el oxígeno y la ilusión que proporcionaba mirar al electrónico y ver el 0-0, Turquía desapareció y fue un juguete roto en manos de una 'Azzurra' que, ante un rival con los brazos bajados y con espacios, se divirtió para sellar su debut con una victoria mucho más abultada y acorde a el nivel mostrado por ambos conjuntos.
En el 66', Immobile fue el encargado de poner el 0-2 al mandar al fondo de la red un rechace tras un tiro de su compañero Spinazzola. Posteriormente, en el 79', Insigne, con un disparo de interior al segundo palo, culminó en un abrir y cerrar de ojos un error en la salida de balón de Çäkir para poner el definitivo 0-3.
Los últimos minutos solo dejaron ver la frustración de Turquía, con constantes faltas. Solo acabó su calvario con un pitido final que deja a Italia con tres puntos en lo más alto del Grupo A y muy cerca de lograr un billete a los octavos de final. Por su lado, el combinado otomano deberá reponerse rápidamente de un tropiezo si quiere seguir soñando con llegar a los cruces.