La carrera de Rubi en los banquillos comenzó hace casi dos décadas, cuando sorprendió al fútbol catalán con una apuesta ultraofensiva.
Colgó las botas en el Vilassar de Mar, su equipo de toda la vida, y se sentó en su banquillo. En lugar de apostar por el fútbol rácano, Rubi siempre quiso jugar al ataque, y esa filosofía se la llevó a todos los equipos a los que dirigió, como bien recuerda el diario 'Sport'.
Dirigió a L'Hospitalet, al Sabadell, al primer filial del Espanyol... Y tras subirlo a Segunda B, un mal año truncó su progresión. El que estaba llamado a ser el próximo entrenador del Espanyol acabó saliendo del equipo en marzo de 2008.
Se fue al Ibiza, donde las cosas empezaron a torcerse. Fue cesado mediada la temporada y el curso siguiente recaló en el Benidorm.
Tocó fondo, y se alejó de los banquillos durante dos años, hasta que le llegó la oferta del Girona que cambiaría su carrera. Empezó en el cuerpo técnico y acabó haciéndose cargo del equipo, logrando meterle en la promoción de ascenso con su habitual fútbol ofensivo.
Su labor no pasó desapercibida y Pep y Tito le quisieron reclutar para la causa. Se decantó por el Barcelona, y Tito Vilanova le integró en su cuerpo técnico. Guardiola se marcharía al Bayern sin Rubi.
Pero, una vez más, las cosas no fueron como estaban previstas. La enfermedad de Tito Vilanova y la posterior apuesta del Barça por el 'Tata' Martino le cerraron las puertas del Barça, y a Rubi le tocó empezar de cero otra vez.
El Valladolid apostó por él para la temporada 2013-14, quedándose una vez más a las puertas del ascenso (fue eliminado en semifinales del 'play off' por Las Palmas).
El salto a Primera lo dio de la peor forma posible, tratando de salvar de la ruina primero a Levante y luego a Sporting. No logró la permanencia con ninguno de ellos.
El Huesca, pese a ello, confió en él para, este año por fin, lograr el tan deseado primer ascenso a la élite del cuadro oscense. Y lo ha logrado de forma matemática a dos jornadas del final del interminable campeonato de Segunda División. Y, quizá, como campeón.
Lo ha hecho con su estilo tradicionalmente ofensivo (no en vano, el Huesca es el tercer equipo con más goles a favor de Segunda), aquel con el que impresionó en el fútbol aficionado de Cataluña y que le valió, tras vagar un tiempo por el desierto, el salto al Barcelona.