La relajación es uno de los grandes peligros en el fútbol. Se lo pueden decir a Rusia, que salió victoriosa pero con el agua al cuello ante una Selección de Hungría que tiró de pundonor para luchar hasta el final.
Y es que los de Stanislav Chechesov llegaron a ponerse 0-3 en el marcador. Los magiares salieron a verlas venir y el combinado ruso no tuvo piedad. Al cuarto de hora, un gol del Anton Miranchuk (el hermano que se queda en el Lokomotiv) abría el marcador.
Otro 15 minutos después, Ozdoev aprovechó un regalo de la defensa de Hungría. Se le quedó un balón suelto cuando su rival intentaba salir con él y el del Zenit no tuvo piedad para definir al fondo de las mallas.
El tercero llegaría después del descanso, en un auténtico jugadón de Artem Dzyuba. El veterano ariete dejó un gesto técnico de locos ante Gulacsi: la pisó, desafió al meta y acabó asistiendo sin mirar a Mario Fernandes.
Pero con prácticamente 45 minutos por delante, Hungría apretó y Rusia se durmió, lo que permitió que Sallai y Nikolic dejaran el marcador en un 2-3 que metía el miedo en el cuerpo. No llegaría el empate, aun así.