El ambiente en Gerland era inmejorable. Aunque no completo en todos sus sectores, rumanos y albanos calentaron continuamente un partido que desde el inicio se vivió con mucha electricidad. Rumanía llegaba como gran favorito y comenzó imponiendo su reputación.
La pequeña Albania se vio encerrada desde los primeros minutos, llegándose a sentirse acosada por los numerosos intentos lejanos de un impreciso Stanciu y por la presión intensísima de un Hoban omnipresente. A los hombres de De Biasi parecía faltarle el oxígeno por el empuje de Rumanía.
Pero, en el momento álgido del dominio de los de Iordanescu, vino el zarpazo albano. Sadiku le puso cabeza a un espectacular centro de Memushaj, uno de los jugadores destacados del encuentro, para dejar en mal lugar la mediocre salida de Tatarusanu y el marcaje de un Chiriches que empañó su buena actuación con su fallo en el gol.
Sin capacidad de reacción
Le dolió muchísimo el tanto a los rumanos, que se fueron a vestuarios cabizbajos viendo que sus numerosas ocasiones no se habían materializado. El combinado albano tuvo el mejor guión posible de cara a la segunda mitad: ventaja en el marcador e impaciencia rival por anotar.
Rumanía se vino totalmente arriba y casi pudo pagarlo rondando el minuto 50' con una contra que Sadiku desaprovechó por querer lucirse y terminar de cubrirse de gloria. Los continuos ataques de los de Iordanescu, comandados por Stancu, estuvieron cerca de malograrse por la flojísima actuación de Tătărușanu, que demostró una inseguridad terrible a la hora de blocar el balón.
Pero aún quedaba una bala en la recámara para la favorita: Florin Andone. El delantero del Córdoba salió a veinte minutos del final y fue, casi el mejor de su selección. Mandó un remate potentísimo al larguero y complicó la vida a la sólida defensa albana.
El destino estaba escrito
La imprecisión rumana corría de la mano del minutero. Las prisas le sentaron demasiado mal a los de Iordanescu y Albania se aprovechó de la situación. Con toques cortos y sin correr riesgos fueron bailando al son de un marcador que mostraba la cuenta atrás para cumplir su sueño.
Un último disparo de Stanciu puso final al partido que no olvidarán nunca los asistentes albanos que viajaron a Lyon con la intención de ver como su selección, de la mano de Sadiku, entraba en la historia del fútbol de élite europeo.