El Valladolid necesitaba ganar y rezar. El primer trabajo era vencer a la SD Huesca en un José Zorrilla lleno hasta la bandera. Solo un año en el infierno era demasiado para la afición blanquivioleta.
Supo Pacheta cómo atacar el partido más importante de la temporada. Planteó un choque de ida y vuelta ante una SD Huesca brava pero que, con el primer gol, empezó a hincar la rodilla.
Los nervios florecieron en la grada blanquivioleta. El conjunto de Pucela no era capaz de batir a una SD Huesca que se sostenía con Andrés Fernández para dar emoción al ascenso.
Tuvo que llegar la segunda mitad para que el Valladolid sí pudiese celebrar, por primera vez en la tarde, una alegría. Con el impás que provoca el VAR, Weissman adelantó al equipo vallisoletano mientras el linier levantó la bandera por un fuera de juego, que no era, de Nacho.
El gol fue un acicate para los de Pacheta, que empezaron a creer en el ascenso directo. Veían cómo los resultados le sonreían y, con el 2-0 obra de Gonzalo Plata, empezó a ver el móvil, a escuchar la radio, para saber qué pasaba al sur de Madrid.
El Valladolid cumplió, también una SD Huesca que sabía que era el invitado a una fiesta que no era la suya. La superioridad blanquivioleta fue manifiesta durante todo el encuentro y encontró el premio con el tercer tanto, en esta ocasión de Álvaro Aguado.
Los minutos pasaban, los nervios estaban cada vez más a flor de piel. Pero ya no dependía del trabajo del Valladolid, sino del Almería y el Eibar, o del Leganés y el Alcorcón.
Ahí mientras todos esperaban el pitido final, el Alcorcón dio la sorpresa y confirmó el trabajo de Pacheta. El Valladolid vuelve a la élite, vuelve a los cielos, vuelve a Primera.