El 1 de agosto de 1995 la LFP publicó un comunicado en el que hacía efectivos los descensos de Sevilla y Celta a Segunda División B por los retrasos al presentar una transferencia que servía de aval ante la Liga.
Sendas plazas serían ocupadas por Albacete y Valladolid, equipos que habían descendido ese año y serían repescados.
La decisión generó muchísima polémica y ambas aficiones se echaron a la calle para protestar por la injusticia y reclamar la readmisión de sus clubes. La presión fue tremenda, pues ni los clubes readmitidos estaban dispuestos a volver a bajar, ni los dos descendidos administrativamente asumían la decisión de la Liga.
Extraordinariamente, 15 días después, la Liga reculó y optó por una Primera Divisiónd e 22 equipos, que quedaría vigente durante las temporadas 95-96 y 96-97.
Un ridículo tremendo para una organización que quedó muy mermada por la falta de poder ante los clubes y la ausencia de castigo ante sus propias normativas.