Las medidas de restricción en Arabia Saudí han impedido al 'Chino' Vittor volver a su país, aunque ya tiene permiso del club para hacerlo. Confinado desde el 13 de marzo, y totalmente solo, el futbolista argentino siente que se vuelve loco. No duerme, no come. Está dispuesto a agarrar el virus.
Por 'Skype', al diario 'La Nación' le ha concedido una entrevista en la que ruega que el Gobierno le eche una mano. "Mi esposa no llegó a viajar desde Buenos Aires. Vivo solo en un complejo cerrado, construido por Estados Unidos para militares norteamericanos. Acá solo pueden entrar extranjeros, ni siquiera los árabes. Mira, si quieres, ponlo así: si me contagio de coronavirus en el camino me chupa un huevo, con tal de volver a mi país ya ni me importa contagiarme, a ese punto llegué", declaró Vittor.
"En Arabia estamos tres futbolistas argentinos. El 'Colo' [Leonardo] Gil, Cristian Guanca y yo. El club ya me autorizó a que me vaya, pero queda en mí buscar la forma. Estamos tratando de conseguir un vuelo privado desde Yeda, donde está Gil, hasta Madrid y ahí enganchar algunos de los aviones de repatriación que manda el canciller Felipe Solá. Los vuelos privados salen fortunas, no cuestan dos pesos con cincuenta. Los tres coincidimos en que la plata mucho no nos interesa. Ponemos lo que haga falta para irnos. En otra circunstancia lo pensaría, pero ahora no me importa: yo me quiero ir a la Argentina. Cuando pasa algo como esto del coronavirus, uno se da cuenta de que los más importante son los seres queridos. Si mañana me dicen 'tienes que pagar 20.000 dólares por un vuelo privado', le digo 'toma', no importa, aunque deje de ganar. Lo pago con los ojos cerrados. Gil ya perdió como seis mil dólares en vuelos que se cancelaron. Estamos en contacto entre los tres para ver qué puede surgir. Por ahora no tenemos noticias. Si de la Argentina pueden darnos una mano estaría buenísimo. La embajada argentina de acá nos dice que está todo cerrado, que hay que esperar", declaró.
Su rutina en Arabia no le permite vivir. "No puedo dormir. Concilio el sueño a las seis, siete de la mañana, me levanto a las 10. Todos los días es igual. Estoy casi las 24 horas despierto, uno se vuelve loco. Te soy sincero: a las dos de la tarde me preparé la comida, son las siete y el plato sigue ahí. Uno no tiene ganas de hacer nada, un desastre. Pierde calidad de vida, se acuesta a cualquier hora, no duerme. Estoy más solo que un perro. Ni siquiera puedo entrenarme, salvo dentro de mi casa, pero no es un entrenamiento profesional, obviamente. Hago abdominales, pero no sirven un caraj*. Tengo nada más que 10 metros para correr", señaló el defensa, que había jugado nueve partidos en Arabia.
Echa pestes del fútbol saudita, reconoce que fichó por dinero. Fue el pasado diciembre. "En lo económico es el mejor contrato de mi carrera. Eso está clarísimo. Por algo vine a Arabia Saudita, por los proyectos económicos a futuro. Yo ya tengo 30 años. No vine para conocer la cultura y cobrar dos pesos. Esa es la realidad. El que dice que viene por lo deportivo está mintiendo porque acá el fútbol es una porquería. De todas formas, yo vine para hacerme un nombre en este mercado y quedarme varios años. Para eso hay que ser muy profesional y no abandonar nunca el espíritu competitivo. Me comporto igual que cuando jugaba en Racing y en Banfield. A veces me enojo de más en la cancha porque algunos compañeros no viven el fútbol como nosotros. Tengo que tratar de que ellos se acostumbren a mí y no yo a ellos, porque, si no, uno entra en un pozo de conformismo que no lo lleva a buenos lugares. En el plantel hay tres argelinos, dos tunecinos y dos argentinos. Los siete refuerzos somos muy competitivos y tratamos de sacar al equipo adelante. Cuando me incorporé a principios de año el equipo ya estaba en puestos de descenso, a 14 puntos de la salvación, pero en las últimas fechas nos pusimos a cuatro. En el último partido le empatamos al líder, Al-Hilal, al que dirigió Ramón Díaz. Pero es otro el nivel acá: nos agarra el peor equipo argentino y nos hace 18 goles. Obviamente, la exigencia no es la misma que en nuestro fútbol, pero lo disfruto. Está claro para qué vienen algunos extranjeros. Giovinco no es el mismo que cuando la rompía en Europa", admite.
El futbolista ha donado mascarillas para un hospital en Ezeiza y cumple con sus empleados. "Soy dueño de una empresa constructora en La Plata, que manejan mis hermanos, y no les desconté nada de los sueldos a mis empleados. No puedo hacer eso como dueño. Me agradecieron y yo les dije que iba a cumplir lo que estaba firmado. Nadie iba a imaginar esta pandemia, pero siempre hay riesgo de que pasen cosas que afecten la solvencia económica. El dueño tiene que responder", afirmó.
"Separo las cosas: antes del coronavirus estaba perfecto acá, me trataron bárbaro. No pienso rescindir el contrato, me cumplen en todo y no tengo ninguna queja, si bien es duro acostumbrarse a la cultura. A veces vamos en el auto con un árabe y hay que parar porque se va a la mezquita para uno de los cuatro rezos del día. Desaparecen todos, cierran los comercios. Me pasó quedarme en la caja de un supermercado cuando tocó el rezo. Encerrado, esperando, me puse a jugar con el móvil", contó Vittor.