Europa siempre ha sido el destino deseado por cientos de perlas de América, África o Asia. Por algo debe ser. En la era moderna, el fútbol europeo disfruta de un mayor cartel que el resto y a nivel de selecciones viene ocurriendo lo mismo.
Brasil siempre fue una amenaza al respecto. En Estados Unidos, la 'Canarinha' logró su cuarto Mundial, poniendo a Sudamérica, el único rival, con más cetros (8-7).
Sin embargo, en Francia comenzó a cambiar la dinámica. Los locales derrotaron precisamente a la 'Verdeamarelha' en la final, igualando las victorias entre ambos continentes. A partir de entonces, y hasta la actualidad, una única luz alumbró la oscuridad sudamericana.
Sólo en Corea y Japón, cuatro años más tarde, volvió a triunfar Sudamérica. El título, logrado ante Alemania, supuso la última alegría antes de iniciar una penunmbra que en Rusia cumplirá cuatro Copas del Mundo consecutivas.
Los germanos organizaron el siguiente torneo, en el que Italia volvió a empatar (9-9) tras derrotar al combinado vecino Francia para que España, en Sudáfrica, sumase otro galardón a las vitrinas europeas en su primera conquista mundialista y ante otro rival europeo, Holanda.
El Mundial regresó al otro lado del charco en 2014. Pese al buen papel de Argentina, que llegó a la final, y de Brasil, a excepción del sonrojante 1-7 ante los posteriores campeones, Alemania se encargó de apartarlos del mapa y ampliar la ventaja.
Ahora, Francia o Croacia volverán a aumentar las diferencias con una Sudamérica que ha estado lejos de firmar un papel digno y que ya pone sus miras en Catar para comenzar a reducir el 12-9 que campeará en el marcador a favor del Viejo Continente.