No fue un partido normal. Los dos necesitaban la victoria y esta le dio la espalda a ambos. El Athletic golpeó primero, el Granada le dio la vuelta al marcador, pero, en un encuentro caótico, el desenlace no pudo ser otro que un empate por un autogol de rebote.
El Athletic Club intentó dominar el partido desde el primer minuto, y puede decirse que lo hizo. El Granada, muy incómodo ante la presión del rival, solo acertaba a defenderse, y el balón le duraba muy poco. Mucho menos de lo que a Robert Moreno, hoy en el palco tras su expulsión ante el Madrid, le gustaba.
La consecuencia de tal vendaval de fútbol fue el 1-0, pero este llegó no tanto por mérito del Athletic, que lo tuvo, sino por demérito de un Granada que cometió un grave error al tratar de dar salida al balón.
Por no rifarlo, por no renunciar a salir con el balón jugado, Muniain cortó un pase atrás de Montoro hacia Quini. El capitán del Athletic dio el pase de la muerte al punto de penalti y desde ahí marcó el 1-0 Raúl García.
A este gol, en el 11', le siguieron unos muy buenos minutos de los de Marcelino, hasta que ocurrió lo que en ese momento parecía impensable, que el Granada empatara.
Porque los 'nazaríes' no habían hecho nada hasta entonces para merecer tal premio. El equipo andaluz estaba anulado por su rival y no era capaz no digamos de generar peligro, ni siquiera pisaba con mala intención su mitad de campo de ataque.
Pero marcó, porque en el fútbol de nada sirve la posesión si no evitas que tu rival disponga de ocasiones por pocas que sean. Salió a la contra el Granada y con un balón largo hacia Darwin Machís, el venezolano quebró a Lekue y batió a Unai Simón con un tiro cruzado.
El gol le apagó la luz al Athletic, y el Granada merodeó el segundo. Jorge Molina lo acarició, pero este llegó en el 34', menos de diez minutos después del empate. Otra contra, esta coronada con una pizca de fortuna, se convirtió en el 1-2.
Cazó Jorge Molina un balón muerto en el área. Estaba adelantado al último defensor, pero no en el momento del disparo de su compañero, el cual pegó en un rival y luego en otro.
Habilitado por ello, mostró su instinto goleador para alcanzar el balón antes que nadie y batir a un Unai Simón que salía del área pequeña a la desesperada, incrédulo ante lo que acababa de ocurrir en sus dominios.
El Athletic despertó de nuevo tras ese segundo gol, y se fue al descanso tratando de devolver las tablas al marcador, pero no fue capaz. Porque el Granada jugó sus cartas, y logró que se jugase a poco o nada en ese último cuarto de hora.
Parte de culpa, a su pesar, la tuvo Germán, su capitán, quien se lesionó. Entre unas cosas y otras, entre la lesión, las asistencias y la sustitución por Abram, el Granada arañó unos segundos preciosos al crono.
La segunda parte arrancó con el Athletic imbuido del mismo espíritu con el que comenzó el partido, y el Granada lo padeció. Y por eso trató de que de los 45 minutos se jugasen los menos posibles, de nuevo.
Perdió todo el tiempo que, dentro de lo legal, pudo. A veces, de forma legítima, como con las lesiones de Darwin Machís y Rochina, las cuales obligaron al Granada a agotar sus cambios sin poder hacer sustituciones tácticas.
Marcelino sí las hizo, y complementó la chispa de Nico con la de Iñaki, para tratar de hacer daño al Granada con la velocidad de los hermanos Williams. Y cierto es que la conjunción de ambos le dio nueva vida al Athletic, como también la entrada de Zarraga, o la de Petxa.
Pero el gol del empate llevó otra firma. La del caos más absoluto. Porque fue uno de esos goles que toca ver dos y tres veces, a cámara lenta, para entender bien qué había ocurrido.
Williams recibió un balón en el área, metió la puntera para superar a un inconmensurable Luís Maximiano, y el balón salió llorando hacia la meta. Torrente se trató de lanzar a por él, pero se cayó por el camino. Se quedó casi sobre la línea de gol lamentándose por un tanto que todavía no había entrado.
Se enteró de ello porque el despeje, sobre la raya de cal, de Abram, le pegó en el muslo. Se dio la vuelta para alejar el balón, pero Muniain apareció de la nada. Metió el pie, el balón rebotó en el poste, en la rodilla del portero luso, que se lanzaba como un felino sobre su presa, y para dentro.
El gol más absurdo y rocambolesco de una jornada que se inauguró con este encuentro tan caótico, el cual tuvo un epílogo a la altura: la historia del mal pase de Unai Simón a Íñigo Martínez en el 96' que dejó al Athletic con diez.
Fue el broche de plomo a un partido que no pudo tener más errores. El mal pase del portero al central lo robó Luis Suárez, el zaguero se tiró con la plancha y le derribó. Cordero Vega pitó falta (no fue penalti por poco), pero el VAR le dijo que quizá fuera roja. Y tras ver la acción en el monitor, se la mostró. Será baja en el Bernabéu.
Y la falta, cómo no, también tuvo lo suyo. Porque pegó en la barrera, Gonalons metió el balón al área y Abram intentó rematar sin tener muy claro con qué pierna debía hacerlo. Se salvó el Athletic y el partido, aunque se alargó hasta el 102', finalizó sin que el marcador se volviera a mover más.