El inicio no dejaba dudas, ambas selecciones iba a por el todo o la nada, pero en el choque de intensidades se impusieron las ganas de una Islandia que pudo adelantarse en el segundo minuto gracias a un misilazo de Gudmundsson que se estrelló con la cruceta.
Aunque el dominio islandés pudo venirse abajo por un fallo estrepitoso de su portero Halldorsson, que controló mal un balón con los pies frente a la presencia de un omnipresente Arnautovic que, pese a robarle la bola, no pudo anotar por un resbalón inoportuno.
Pero el fútbol sonreía a los de Lagerback, que dieron su primer zarpazo mediante un remate de Bodvarsson al aprovechar un balón peinado de Árnason. El primer palo, en vez de despertar a Austria, les llevó a la más grande miseria. Sus ideas se acababan y sólo lograban intimidar con las continuas subidas del incombustible Arnautovic.
Precisamente en el mejor momento de fútbol austriaco durante la primera mitad, los de Marcel Koller dispusieron de una ocasión inmejorable antes del descanso: un penalti que Dragovic se encargaría de estrellar contra el palo. Todo un país cabizbajo durante la conclusión de los primeros 45 minutos.
Atisbo de reacción
El inicio del segundo acto fue bastante diferente. Austria salió con un lavado de cara digno, aduñándose de la posesión y del fútbol. Buena parte de culpa la tuvo el ingreso en el campo de dos refuerzos: Schöpf y Janko.
El primero de ellos fue el encargado de conseguir el empate provisional gracias a un golazo llegados los 60 minutos del partido. Su frescura de piernas se notó ante una Islandia a la que la alta presión de la primera mitad le había pasado factura y, mediante una jugada individual, se plantó frente a Halldorsson para fusilar su portería.
Los Islandeses se pusieron alerta. Tenían la situación controlada y les valía el empate, pero un gol les dejaba fuera. Austria se vino arriba y dejó bastante descuidada su línea trasera... lo que acabó por sentenciarles.
Entre tanto acoso austriaco, los agotados jugadores islandeses salieron a la contra en el último minuto empujados por el aliento de unos aficionados que nunca dejaron de apoyar, y Traustason fue el encargado de cumplir el milagro al mandar a las redes un pase de la muerte que exterminó las esperanzas de Austria y dio alas a Islandia.