Con sólo 26 años, puede decir que ha ganado cuatro Champions y dos Supercopas de Europa. Llegó siendo un niño y a día de hoy es uno de los valuartes del centro del campo del conjunto de Chamartín.
Aunque no tuvo el mejor de sus inicios. El brasileño comenzó siendo un jugador de rotación, aquel que se usaba para cerrar el resultado en los últimos minutos o para dar descanso a los titulares.
Sin embargo, todo eso cambió cuando llegó Rafa Benítez, que le dio la oportunidad desde el primer minutos. Tras la salida del técnico español nada cambió, Zidane siguió confiando en él. En ese mismo año fue titular en los octavos, cuartos y en la ida de las 'semis' -no jugó la vuelta por problemas musculares-. Sí que estuvo en la final.
Su segunda Champions, pero esta siendo una pieza fundamental. Desde entonces, nadie ha discutido su importancia en la medular de un equipo que encuentra el equilibrio en él y que permite las subidas constantes de los laterales. Él siempre está, siempre llega a las coberturas.
En la tercera volvió para la fase final y disputó prácticamente todos los minutos. Incluso en la final, donde marcó su gol ante la Juventus que dio alas al madridismo. Algo que repitió ante el Manchester United, pero esta vez en la Supercopa de Europa.
Lo mismo pasó en la cuarta y última, donde en la eliminatoria ante el PSG Zidane tuvo que sacarle para dar equilibrio al centro del campo. Un motor que se ha acabado haciendo indiscutible. Aquel que todos los entrenadores quieren tener en sus equipos.
También estará, presumiblemente, para el partido de la Supercopa ante el Atlético en Tallin. El brasileño formaría centro del campo junto a Toni Kroos e Isco ante la falta de entrenamientos de Luka Modric.