Las décadas de los ochenta y de los noventa fueron, sin ninguna duda, el punto álgido del fútbol italiano a nivel de clubes. Y es que en la etapa final del pasado siglo, la Serie A era el campeonato más importante del todo el mundo.
Los grandes clubes como la Juventus, el Milan o el Inter acaparaban a varios de los mejores futbolistas del planeta, haciendo que el nivel de la competición alcanzara un brillo que todavía hoy se recuerda con añoranza en el país transalpino.
Sin embargo, entre todos esos mastodontes del fútbol mundial, surgió un auténtico milagro que, en un abrir y cerrar de ojos, logró codearse con la élite y conseguir gestas a nivel continental que parecían impensables.
Ese milagro tenía nombres y apellidos: Parma FC. El club de la ciudad homónima había morado desde su fundación por las categorías inferiores del balompié italiano, sin ni siquiera saber lo que era alcanzar la Primera División.
Parecía un club más destinado a cumplir el protocolo. Un equipo de relleno y sin aspiraciones que se movía entre la Serie B y C, pero todo ello cambió cuando la empresa alimenticia 'Parmalat', que llegó a ser la líder mundial en la producción de leche, apostó fuerte por el equipo de una ciudad que a duras penas llegaba a los 200.000 habitantes.
Este empujón financiero coincidió con su primer ascenso a la Serie A en el año 1990, que ya fue considerado todo un éxito. Pero las miras del club y de la gran empresa de lácteos estaban puestas más arriba. Mucho más arriba.
En su debut en la élite, el Parma logró acabar en una impresionante sexta posición, con el técnico Nevio Scala a los mandos y jugadores de la talla de Brolin y Asprilla entre los componentes de una plantilla cada vez mejor.
Tras las buenas sensaciones cosechadas en su primera Serie A, el equipo siguió creciendo y solamente un año después alzaría su primer título: la Coppa Italia de 1992. Un trofeo que, además, le valió para dar el salto al Viejo Continente, disputando a la campaña siguiente la extinta Recopa de Europa.
El viejo trofeo europeo supuso la consagración definitiva del club, ya que logró alzar el título europeo tras dejar por el camino a rivales de la talla de Mónaco, Olympiacos o Atlético de Madrid. Además, su victoria le sirvió para participar en la Supercopa de Europa de 1993. Un trofeo que también se llevaría el Parma a sus vitrinas tras un histórico 0-2 en San Siro ante el todopoderoso Milan.
El nuevo gigante del fútbol italiano iba cogiendo forma, no bajando del sexto puesto desde su debut en la Serie A y dominando Europa con asiduidad. De hecho, en el curso posterior, el equipo volvió a llegar a la final de la Recopa, pero esta vez cedió ante el Arsenal.
Los éxitos seguían lloviendo de forma persistente y, en la campaña 1994-95, el equipo logró ser subcampeón de Coppa y añadir, nuevamente, un nuevo título continental en sus vitrinas: la Copa de la UEFA. Su rival en la final fue la gran Juventus, que hincó la rodilla ante los 'gialloblu' merced a dos goles de Dino Baggio.
Tras esa conquista, el equipo siguió siendo competitivo, aunque llegaron tres campañas de sequía a nivel de títulos. Pese a todo, el Parma siempre acabó en los puestos punteros de la tabla, logrando incluso el subcampeonato de la Serie A en el curso 1996-97.
El club seguía siendo referencia, ya asentado en la élite, y supo ir renovándose sin perder casi brillo. La vieja guardia del equipo fue dando paso, poco a poco, a una hornada de jóvenes talentos que serían protagonistas del fútbol mundial en los siguientes años.
Y es que por aquel entonces, jugadores como Gianluigi Buffon, Lillian Thuram, Fabio Cannavaro, Hernán Crespo o Juan Sebastián Verón conformaban una plantilla destinada a lograr unos éxitos que llegarían a lo grande en la temporada 1998-98.
Aquella campaña, la mejor de la historia de la entidad, el cuadro del Ennio Tardini lograría alzar una nueva Coppa y, además, su segunda Copa de la UEFA al superar por un rotundo 3-0 al Olympique de Marsella en la finalísima de Moscú.
Todo eran alegrías en un club que, desde su ascenso en 1990, siempre estuvo entre los seis primeros clasificados de Italia durante toda la década final del siglo anterior. Los títulos estaban destinados a seguir llegando, pero la burbuja del milagro estaba a punto de estallar.
La temporada 2001-02 vio el que, hasta el momento, es el último título de la entidad: su tercera Coppa. La misma vino acompañada de una décima posición en la Serie A, subsanada los dos años siguientes con dos quintas plazas. Pero ya nada era lo mismo.
La crisis financiera de 'Parmalat', sustento del equipo, hizo que los mejores jugadores fueran saliendo para paliar las pérdidas de la empresa, debilitando a un equipo que ya veía las orejas a un lobo que apareció de golpe y porrazo en 2004.
Aquel año supuso el derrumbe definitivo de 'Parmalat' y el equipo evitó el descenso de milagro, logrando una agónica 17ª posición en la Liga Italiana. Sin embargo, el destino estaba ya totalmente en contra.
Los tiempos de gloria habían acabado y, tras varias temporadas rondando el desastre (con un descenso incluido), el equipo fue finalmente declarado en bancarrota, llevándolo al pozo del fútbol italiano y obligando a un refundación del mismo; dejando atrás su clásico nombre de Parma Football Club por el actual de Parma Calcio 1913.
Atrás había quedado ya la época de trofeos y de ser la élite del país. Tocaba volver a los orígenes para resurgir de las cenizas de lo que un día fue. Ahora, tras mucho pelear y con tres ascensos consecutivos, el nuevo Parma está de vuelta en la Serie A, estando de nuevo en la pelea. Pero ese es otro milagro que merece ser contado aparte.